La verdad no sé cómo interpretar la propuesta de varios parlamentarios, que apoyan la iniciativa direccionada a adscribir el Instituto Nacional Penitenciario Inpec a la Policía Nacional. Me pregunto si será una estrategia de ambientación del proyecto, para luego oficializar el tema en diferentes sectores del gobierno, evitando que voces independientes y en desacuerdo se pronuncien. O se tratara de una estrategia dirigida a medir las reacciones que la ciudadanía, el congreso y las instituciones comprometidas con la seguridad, que en últimas son las más interesadas en el brillo de una justicia diáfana, efectiva y pronta, manifiesten sobre lo peligroso, improvisado, poco analizado y arriesgado del proyecto.
Seguramente los promotores de la idea no contaron con la renuencia de la reserva activa policial, compuesta de varias organizaciones que aglutinan el pensamiento, filosofía y doctrina institucional, grupos de hombres que entregaron su juventud y vida al servicio de la sociedad, quienes aun dejando de vestir el uniforme, siguen ligados de corazón con esa institución forjadora de líderes, donde plantaron los mejores momentos de su vida.
Si encaramos la primera, les aseguro que siempre existirán voces inteligentes prestas a pronunciarse sobre lo inconveniente de proyecto, por atentar contra la estabilidad y profesionalismo de una policía centenaria, que ha logrado pese a los aleves ataque venidos de enemigos agazapados, salir adelante y mostrarse próspera, grande y de avanzada. Pero tratándose de la segunda opción, que me empeño en identificar coloquialmente como medida de aceite, las reacciones no se harán esperar, pues el desprestigio del Inpec es de reconocimiento general y la misma ciudadanía no pude permitir que su policía, bastión de la lucha contra la delincuencia, esa que tanta sangre aportó y sigue tributando al enfrentar el narcotráfico, esa que soporta la seguridad ciudadana se vaya a contaminar con las anormalidades enquistadas en el Inpec, pues no se pueden solucionar problemas de esa envergadura, que hoy identificamos como estructurales, con salidas fáciles e inmediatistas cuya aplicación afectaría seriamente la misión, perspectiva, ontología y doctrina de la Policía Nacional, como lo venimos sosteniendo.
De tiempo atrás la fuerza pública ha venido apoyando el Instituto Nacional Penitenciario con sus mejores hombres, tanto en actividad como en retiro, sin detenerse a pensar que se trata de una actividad improcedente a su formación y profesionalismo, esfuerzos que difícilmente lograron sus objetivos y por el contrario deterioraron las imágenes de prestigioso oficiales varios de ellos hoy investigados administrativa y penalmente. Esta experiencia nos proporciona razones más que suficientes para mostrarnos en desacuerdo con la propuesta, algo ligera y superficial, que se convertiría en alternativa perjudicial, especialmente para la Policía Nacional. La alternativa sería realizable a largo plazo, sería ir adelgazando el Instituto a la vez que se da vida a una nueva entidad.