Dos cartas de Amerigo Vespucci, especialmente la llamada “Mundus Novus” (1504), se convirtieron en documentos trascendentales de la historia universal. Se tradujeron en pocos años a casi todas las lenguas, dice Germán Arciniegas, quien rescató del olvido la figura noble de Vespucci, en biografía que escribió a los “quinientos años de un nombre: América”. Allí demuestra la gran amistad entre Colón y Vespucci.
“… Conocimos que aquella tierra no era isla sino continente… Yo he descubierto el continente habitado por más multitud de pueblos y animales que nuestra Europa…”. Cuando los monjes del Monasterio de Saint Die leyeron el relato del navegante Florentino, dijeron: el Nuevo Mundo se llamará América. Y desde entonces, y para siempre, ese nombre sonoro cambió la geografía del universo. La utopía de Colón de haber llegado a Catay, se deshizo en las olas del Atlántico, que debiera llamarse el Mar de Colón, como lo propuso Arciniegas.
En un salto de siglos, la Carta de Jamaica expresa la utopía de la unión de las repúblicas nacientes, con la que soñaba Bolívar: “Yo deseo… formar en América la más grande Nación del mundo”.
Desde la universidad oíamos el ejemplo de la integración de Europa, de su mercado común y del euro como moneda única. En cambio, las organizaciones integradoras de América Latina se pierden en la ineficiencia y en el olvido. Hasta el BID, hoy regido por un estadounidense, depende de la capitalización que permitan los dueños del dinero.
En la posesión del presidente Petro, recordaba la de Carlos Lleras Restrepo cuando Eduardo Frei se paseaba por la Séptima, entre los aplausos de la multitud. El Pacto Andino colmaba las esperanzas en la integración de América Latina. Esta vez, el mandatario colombiano, ante la presencia de sus pares, también insistió en la unión de las naciones al sur del Río Grande.
Hoy, no hay duda, que la lucha contra las drogas es necesario repensarla, especialmente en los países andinos, lacerados por el narcotráfico.
Recordemos ahora que fue en Cartagena, en junio de 1984, donde se reunieron 11 países de América Latina para analizar la llamada crisis de la deuda externa. Se habló, por primera vez, de la corresponsabilidad de deudores y acreedores. Los bancos norteamericanos prestaban y prestaban, hasta que las tasas de interés, al alza, hicieron imposible el pago de la deuda. Los banqueros temblaban pero también amenazaban. Y nadie quería ser anfitrión del club de deudores. Belisario Betancur resolvió el problema: Los invitó a Cartagena. Poco se logró, las amenazas surtieron efecto.
El presidente colombiano de hoy mencionó el tema, y, aunque parezca una utopía, hay que bregar para que América Latina pida, unida, una reconsideración del sistema financiero actual, que no permite invertir en nuestro desarrollo social. Es que la magnitud del servicio de la deuda de Colombia no se cubre con tres reformas tributarias. En el presupuesto para 2023 se le asignan 78 billones de pesos ¡Hay que desatar ese nudo que ahorca el progreso de nuestros pueblos!
Como Ministro de Minas, del gobierno Betancur, le pedí a Tancredo Neves, electo presidente del Brasil, que apoyara la solicitud colombiana a Olade de estudiar la canasta energética de Latinoamérica. Me respondió: lo apoyo aunque eso es una utopía. Pero si no perseguimos, las utopías nunca seremos felices.
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P.S. El dinámico senador Carlos A. Trujillo, presidente del Dinacional conservador, se propone modernizar la administración del partido para salir a reconquistar las masas urbanas, que se han alejado de la colectividad azul ¡Enhorabuena!