Déjalo latir
“Por favor no matéis a los niños, yo los quiero. Con mucho gusto acepto todos los niños que morirían a causa del aborto”.
Madre Teresa de Calcuta
El jueves 10 de mayo la cotidianidad de la Plaza de Bolívar se vio interrumpida por el grito de una multitud de jóvenes que gritaban: “Déjalo latir, déjalo latir” y “Amigo mirón únase al montón, usted estuvo en el vientre y nadie lo mató”. Eran los jóvenes de la Fundación Unidos por la Vida, sumados a otros que nos levantamos a decirle a la nación: “Sí a la vida, no al aborto”.
Los tambores retumbaban, danzas y coreografías fortalecían el mensaje pro vida, animadas por música de Diego Torres y Michael Jackson. Amanda Rodríguez, una de las líderes, no paraba de correr de un lado a otro pendiente de la marcha y animando a la multitud. Arengas en favor de la vida se levantaban una y otra vez, con la esperanza de ser escuchadas.
Cada año ocurren 412.000 abortos inducidos en Colombia, es decir, que cada año 1 de 26 mujeres en edad reproductiva tiene un aborto (Elena Prada, Instituto Guttmacher). 412.000 seres que no tuvieron la oportunidad de vivir, que nunca vieron un amanecer ni un atardecer, a los que no se les dio el chance de vivir y de los que no se sabe cuanto bien hubieran podido traer al país si se les hubiera permitido ver la luz.
De estos abortos, 99.92% (Instituto Guttmacher) se realizaron en la clandestinidad, de manera ilegal, colocando así en peligro la vida de estas mujeres. Lo más grave de todo es que muchas de estas clínicas ilegales funcionan en sectores reconocidos de Bogotá y otras ciudades ante el silencio cómplice de las autoridades. ¿Por qué no las investigan o no las cierran, si finalmente todo el mundo sabe dónde quedan?
En Colombia, el aborto, de acuerdo con la Corte constitucional, es legal cuando hay malformación del feto, cuando está en riesgo la vida de la madre o en caso de violación e incesto. Al parecer, la Corte olvida la ley suprema que dice: “No matarás” y la voz de una mayoría de colombianos que le dicen sí a la vida.
¿Será que un niño por ser deforme no tiene derecho a vivir? ¿Acaso el amor no es dar la vida por el otro? ¿Si hubo violación o incesto no es mejor dar en adopción que asesinar al inocente? La sangre de 412.000 niños asesinados anualmente grita al cielo por justicia. Las voces de cientos de jóvenes gritaron el pasado jueves para que cese la masacre. ¿Seremos tan sordos para no oírlos y quedarnos con los brazos cruzados? ¿O nos levantaremos como uno solo, no cientos, no miles, sino millones de colombianos a gritarles a la Corte y al país: “Déjalo latir”?
*Politólogo