ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 24 de Febrero de 2014

Maduración del chavismo

 

Dicen (¿tal vez el señor Teste de Paul Valery?) que uno nunca madura, sino que se va pudriendo poco a poco. Nomen est omen, decían los romanos: todo nombre es un destino. Y quién sabe si Nicolás Maduro es consciente de ambas cosas. Porque si así es, seguramente entiende bien que le ha tocado el tiempo de ver la maduración del chavismo, y que por muchos malabares que intente le será difícil escapar a su suerte, aunque lo respalde Al Assad y lo convalide la tibia izquierda latinoamericana, con la complicidad de los gobiernos y las instituciones de la región que abdican, timoratos, de su compromiso con la democracia.

Resulta difícil saber con certidumbre qué ocurre en Venezuela, a pesar de la elocuencia de algunas imágenes (las que circulan por las redes sociales y las que intentan proyectar la propaganda y el discurso oficiales). Sabemos cosas que sabemos, e ignoramos qué ignoramos -como dijo en su tiempo Donald Rumsfeld (exsecretario de Defensa de los EE.UU)-.  Y aun así, mientras Diosdado Cabello se reúne en la clandestinidad de la casa familiar con Leopoldo López; mientras Maduro se deshace en elogios para con aquel, su natural competidor en la cúpula chavista; mientras acusa a la derecha, los paramilitares colombianos, la oligarquía o el “imperio” de una intentona golpista tantas veces proclamada que sorprende no haber sido aún neutralizada; mientras legitima la acción de “colectivos” cuya virulencia claramente no controla; mientras suspende el suministro de combustible a las regiones “bajo asedio del fascismo” y militariza el Táchira, receloso de los gochos; ¡qué duda cabe de que algo trascendental está pasando en Venezuela!

El chavismo está maduro, y enfrenta una hora crucial, definitiva. Está por verse qué ocurra hoy (si ocurre) en el encuentro de Maduro con los opositores (que no será el encuentro del chavismo con la oposición, cosa distinta). Pero a partir de ahora ya nada será igual en Venezuela, ni para los unos ni para los otros. En medio de la “polarización fragmentada” del país, de la crítica situación económica, de la paranoia gubernamental, de la agitación de la calle y la violencia espontánea organizada, Venezuela corre el riesgo de deslizarse por el abismo de la anomia. O por lo menos, de sumirse en un estado de ingobernabilidad que acaso sólo pueda resolverse mediante el compromiso entre facciones, o por agotamiento, mientras se cumple el tiempo de la revocatoria.  Entre tanto ¡qué triste, qué fea, la situación en que se encuentran ¡“millones y millonas” de venezolanos!

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales