Andrés Molano Rojas* | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Abril de 2015

Persistencia del elefante

 

Que el oportunismo, el cinismo y la impudicia política de Ernesto Samper no tienen límites, no es ninguna  noticia.  Sobreviviente de su propio gobierno y hábilmente reencauchado como jefe de clientela liberal, el hoy flamante secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) es el mismo que se posesionó de su cargo en obsecuente ceremonia ante Nicolás Maduro, y ahora pretende “mediar” en la crisis política venezolana, con un descaro que ofende a la inteligencia tanto como a la dignidad de los demócratas venezolanos.  Es el mismo, también, que con locuacidad irresponsable atribuyó a la “infiltración del paramilitarismo colombiano” el asesinato del diputado chavista Robert Serra, sirviendo así de caja de resonancia a las teorías de la conspiración que cultiva con fruición el régimen de Miraflores, y alimentando de paso el creciente sentimiento anti-colombiano en el vecino país.  El mismo, por si fuera poco, que anda promoviendo la idea de crear un tribunal penal regional para delitos transnacionales -¿hecho al tamaño y la medida de quiénes?-, mientras guarda silencio ante el grave erosión de los derechos humanos y las libertades individuales en varios países miembros de la organización que administra. Y el mismo que hace un par de semanas propuso, en presencia del fiscal general de Colombia, Eduardo Montealegre, y sin réplica ni objeción alguna por parte del Gobierno Nacional, la intervención de la Fuerza de Paz Binacional Cruz del Sur (integrada por Argentina y Chile) o de algún otro cuerpo multinacional suramericano “sin ningún tipo de compromiso hegemónico”, en el proceso de desmovilización y  desarme, pero sobre todo de “desmilitarización”, que -según sus propias palabras- “se debe iniciar a partir de la firma de los acuerdos de paz”.

Desde su cómodo despacho en la mitad del mundo, y a falta de una sinecura más noble, el señor Samper ha resuelto refrendar la hipótesis fariana de la “desmilitarización” -¿la reducción automática de las Fuerzas Militares? ¿El desmonte de sus capacidades operativas?- Y yendo todavía más lejos, ha propuesto que una fuerza militar extranjera -sin ninguna experiencia en terreno- asuma su supervisión y verificación.

No se sabe qué debería causar más preocupación: si las gratuitas pero en modo alguno inocuas declaraciones de Ernesto Samper, el silencio de la Cancillería, o la indiferencia de líderes políticos y formadores de opinión. En cualquier caso, la paz de Colombia es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de un paquidermo como Unasur, y las “espaldas” de su Secretario General demasiado amplias como para subestimar sus ocurrencias. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales