Andrés Molano Rojas | El Nuevo Siglo
Lunes, 29 de Diciembre de 2014

“Sin ‘enemigo’ externo regímenes revolucionarios pierden parte de legitimidad”

Deshielo EU-Cuba

¿Adiós al enemigo?

Es  un error subestimar a los enemigos: minimizar la amenaza que representan, despreciarlos por su aparente insignificancia, o estar demasiado persuadidos de la propia invulnerabilidad, han costado caro incluso a grandes imperios. La enemistad entre Estados, además, explica un montón de cosas en materia de relaciones internacionales: desde la formación de las alianzas hasta por qué los Estados reaccionan de forma distinta frente a hechos objetivamente idénticos. Lo anterior es cierto, aunque acaso lo sea también que en política internacional no existen amigos sino solamente intereses.

Durante los últimos días han emergido diversas explicaciones al “deshielo” que parece haberse abierto en las relaciones entre EE.UU y Cuba.  Ninguna de ellas ofrece, sin embargo, una respuesta absoluta. Se requiere combinar varias hipótesis para construir un razonamiento lo más completo y verosímil posible. También han abundado las especulaciones sobre el impacto que el giro en la relación bilateral tendrá no sólo en la futuro del régimen castrista, sino de la política interna estadounidense, la suerte del chavismo, la evolución de las relaciones interamericanas, e incluso la geografía del turismo en el Caribe.  Algunos analistas han llevado aún más lejos sus reflexiones, señalando que el deshielo en el Caribe podría anticipar un deshielo en Medio Oriente: en las relaciones de Washington con Teherán, según avance el año próximo la negociación sobre el programa nuclear iraní. Puede que así ocurra (los regímenes de Irán y de Cuba tienen más de una cosa en común, a pesar de sus evidentes diferencias).

El caso es que durante décadas el régimen cubano ha definido su seguridad en función de la existencia de un enemigo externo que conspira contra la revolución.  Ello ha dado pábulo a la formación de un poderoso e influyente estamento militar, ha legitimado la represión de toda oposición interna (acusada de estar en connivencia con el enemigo externo), y ha lastrado cualquier avance en materia de DD.HH.  Si el deshielo tiene éxito, el supuesto fundamental de dicha lógica, esto quedaría en entredicho. De ello no seguiría, automáticamente, ni el fin del castrismo ni el cambio de régimen. Pero no cabe duda de que la transformación del entorno exterior, el paso de la enemistad existencial al antagonismo -si se quiere puramente ideológico-, y el empleo inteligente de incentivos para la distensión y la aproximación, podrían allanar el camino a recorrer en el futuro.  Algo similar ocurrió 25 años atrás con la URSS.  Pero para lograrlo se requiere también un Gorbachov en La Habana, y quizá aún es demasiado pronto para ello.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales