Andrés Molano Rojas* | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Enero de 2015

El mundo, 2015

 

El año que acaba de concluir deja un legado de enorme importancia geopolítica. Rusia parece haberse salido con la suya al anexionarse Crimea y reivindicar una vez más su destino imperial. El Califato del Estado Islámico, contenido con esfuerzo, es al mismo tiempo baluarte yihadista y prueba de que en el siglo XXI coexistirán en el mundo realidades pre-, post- y neo-westfalianas, muchas veces solapadas y frecuentemente en conflicto. La epidemia del ébola se ha cobrado miles de vidas (aunque menos que las previstas inicialmente), y quién sabe cuántos años perdidos de progreso y desarrollo africano. El colapso de los precios del petróleo, que obedece más al cálculo estratégico que a la lógica de los mercados, ha recordado al mundo el poder político de la energía. La persistente crisis de la Eurozona siguió dando pábulo tanto al secesionismo (en Escocia y Cataluña) como al radicalismo de ambos extremos del espectro político (el Frente Nacional en Francia y Syriza en Grecia) y a toda suerte de oportunismos (como el de Podemos en España), que se ceban con el descontento de la gente y la incompetencia de los líderes. En Hong Kong dio la impresión de vivirse algo que aún es difícil saber si es el preludio de agitaciones y cambios por venir, o más bien su aborto prematuro. La bonanza latinoamericana, vinculada en buena medida al espejismo chino y reflejada en las grandes aspiraciones brasileras de la era de Lula, pareció empezar a agotarse al compás del reeleccionismo, y el triste y solitario deslizarse en el abismo de la infortunada Venezuela. Y el giro en las relaciones entre EE.UU. y Cuba sirvió de colofón a un 2014 tan sorprendente como inquietante, promisorio, y -dirán los norcoreanos- de película.

Habrá más de todo esto en 2015.  Los acontecimientos que emergieron el año anterior se seguirán desarrollando, a veces con previsible linealidad y pasmoso aburrimiento, y otras por los vericuetos y meandros más retorcidos e insospechados. Pasará mucho tiempo antes de que los historiadores del futuro, con la perspectiva que solo la distancia otorga, emitan un juicio sobre el lugar que corresponde a este año admirable en la historia universal. Pero 1814 y 1914 ofrecen, cada uno a su manera, un ilustrativo precedente que anticipa, aunque sea aproximadamente, el sentido de su veredicto.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales

 

 

"Fata viam invenient", como dijo Virgilio ("El destino hallará su camino").  "Invenierit vigilantes", como recomienda el Evangelio ("Que os encuentre despiertos").  Acaso no haya mejor forma de desear un venturoso año nuevo a los lectores