Malawi, dos mujeres
La mayor parte de quienes por estas latitudes han oído hablar alguna vez de Malawi, lo asocian con una mujer y un escándalo. La mujer es Madonna, y el escándalo, aquel que rodeó a la “reina del pop” y a su marido de entonces, el cineasta Guy Ritchie, a propósito de la adopción de David Banda, un niño malauí de 13 años que la cantante conoció en un orfanato local. Durante dos años la legalidad de la adopción -tramitada con una celeridad inaudita- estuvo en entredicho. Al final, los tribunales convalidaron el procedimiento: Madonna ganó un hijo, y el país africano unas cuantas caridades (desde programas de atención a enfermos de Sida hasta un multimillonario proyecto de educación para niñas) por cuenta de la diva agradecida.
Poco o nada más se sabe de Malawi por aquí. Como muchos otros Estados de África, accedió a la independencia en los años 60, de la mano de un hombre fuerte -Hastings Kamuzu Banda- quien se mantuvo aferrado al poder hasta su muerte en 1997. En 2004, por primera vez, hubo alternancia de partidos en el poder, y desde entonces se han celebrado elecciones regularmente; pero aún falta mucho por recorrer en el camino de la consolidación democrática. La inestabilidad política, la corrupción, la extrema pobreza, la epidemia de VIH/sida -que cobra decenas de miles de víctimas cada año-, y la enorme vulnerabilidad del país frente a los desastres naturales, siguen ensombreciendo el horizonte de esta pequeña nación surafricana.
Hace unos meses, cuando el presidente Mutharika murió de un ataque cardíaco, todo presagiaba que Malawi se hundiría en el caos y el faccionalismo. Pero para sorpresa de muchos, una mujer, Joyce Banda, parece estarle imprimiendo otro rumbo al país. Austeridad, compromiso con el derecho internacional (bajo su recién inaugurado gobierno, Malawi se convirtió en el único país africano en advertir a Omar al Bashir, presidente de Sudán, que cumpliría la orden de arresto emitida contra él por la Corte Penal Internacional si entraba a su territorio), y respeto por los derechos humanos (desde la libertad de prensa hasta las garantías para las minorías sexuales y protección frente a la violencia de género), llaman la atención en medio de su agitado vecindario.
Ojalá la dejen seguir adelante a pesar de las dificultades. Ojalá no repita la eterna historia de falsas esperanzas. Y ojalá su ejemplo inspire una nueva generación de líderes africanos, para que algún día haya muchas Joyce Banda y las Madonnas se vuelvan, definitivamente, innecesarias.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales