Solo durante el 2018 en Colombia se efectuaron cinco elecciones de cubrimiento nacional, dato que no solo es excesivo sino es realmente desafortunado para un país sumido en una gran confusión, alimentada, sin duda, por la notoria polarización que nos afecta a todos. Pero la mala noticia es que este 2019 será también un año electoral.
En ningún país civilizado se programan tantas elecciones en tan apretados periodos de tiempo como aquí ocurre. En todos aquellos países se dejan pasar por lo menos dos años entre unas y otras elecciones. De esa manera la gente se desintoxica de los mensajes políticos y puede dedicarse sin mayores distracciones a luchar por sus planes de vida.
Una vez elegidos sus Presidentes y Parlamentos, tanto en los sistemas parlamentarios como en los presidencialistas, los ciudadanos cuentan con prudentes espacios que les permiten, además, contar con el tiempo suficiente para evaluar a sus gobernantes. Evitando que torbellinos de campañas enturbien sus pensamientos o acrecienten sus divisiones cuando las tienen. Esa es una manera inteligente de poder dedicarse a lo importante.
Por el contrario aquí, con la enorme cantidad de partidos existentes, que en realidad solo son, en su mayoría, organizaciones que aunque permitidas por las leyes carecen de contenido, tantas campañas políticas terminan por aturdirnos a todos. Alejándonos, incluso, de verdaderas soluciones que conduzcan, por ejemplo, al aumento de la productividad en beneficio de nuestro débil aparato económico.
Ante tanto ruido politiquero se dificulta la búsqueda del bienestar y de la verdadera prosperidad, al impedir que estos y otros temas primordiales se atiendan diariamente.
Las largas luchas ideológicas en las que hemos caído, donde se intenta, a los gritos y con amenazas, acallar a quienes piensan distinto, impiden que transitemos por el camino correcto.
Pero, hay otra consecuencia, que tal vez sea la peor, al tener elecciones tan seguidas y es que las distintas bancadas que conforman el Congreso no logren concentrarse en el desarrollo de la agenda legislativa fundamental que es propia de los inicios de cada gobierno, ya que sus integrantes terminan dedicándole mayor tiempo a las campañas territoriales en aquellos municipios o departamentos donde se concentra su electorado.
Los colombianos debemos enfocarnos en resolver nuestros problemas esenciales sin tantos distractores. No está bien que se nos aparte de ese propósito reemplazándolo por vacíos debates politiqueros repletos de ideologías estériles.
Aprovechando el curso del acto legislativo que pretende hacer una reforma política acorde a nuestras necesidades, la modificación de los calendarios electorales debe ser una de las prioridades.
Ojalá que la solución de este tema y el estudio de la unificación de la elección del Congreso el mismo día de la primera vuelta Presidencial, sean incluidos en los debates de esa reforma política que se darán a partir de marzo.
Liberémonos de tanta carga ideológica que no nos hace tanto daño. Que este nuevo año esté cargado de soluciones que contribuyan de verdad a nuestra felicidad, evitando los temores en estamos sumidos hoy.