Arde la Amazonía | El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Agosto de 2019

“En peligro la estabilidad climática del planeta”

Evidentemente la noticia ambiental de la semana radica en las quemas descomunales que se están presentando en la Amazonía brasilera y que están afectando no solo al Brasil sino también al continente y al planeta mismo; el hecho de que en algunas redes sociales se haya exagerado y se presenten imágenes que no corresponden a lo que está ocurriendo, no minimiza el impacto ni la gravedad de lo que allí ocurre.

Todo comenzó como un sencillo incendio forestal, de aquellos con los que convivimos todos los días, más en tiempo de verano; este incendio arrancó en los estados brasileños de Pará y Mato Grosso, el pasado 9 de agosto. Los hechos han quedado fuera de control y hoy, 23 días después, miles de hectáreas están siendo devoradas por las llamas en plena selva tropical, la más grande del planeta.

Esta catástrofe ambiental está centrando la atención del planeta, no solo por el símbolo que representa la Amazonía, mal llamada el pulmón del mundo, sino también por la preocupante tendencia al incremento de los incendios; de hecho, institutos de investigación en Brasil aseguran que hoy se registran más de 74.000 incendios al interior de la selva. Jamás en la historia se tiene registro de cifra, siquiera semejante de incendios en la Amazonía. Según cifras oficiales, sólo en la última semana se han activado más de 9.500 incendios en Pará, Mato Grosso, Rondonia y Amazonas. Lo anterior demuestra, sin lugar a dudas, que el Amazonas es cada día más vulnerable a la deforestación y a las llamas, fruto combinado de la acción humana, mediante la actividad agrícola, minera y maderera; sin dejar de lado la influencia del calentamiento global en el problema.

El inconveniente de fondo es que lo que arde no es Brasil, lo que arde es la estabilidad climática del planeta ya que según la teoría de la bomba biótica expuesta por el profesor Peter Bunyard, los vientos alisios que se originan en el desierto del Sahara y llegan a América a través del océano Atlántico (entrando por la Amazonía brasilera) y la presión generada por la humedad que transportan los vientos y que se combina con la temperatura de la selva, genera una presión que forma nubes, mismas que van siendo llevadas por los vientos a los páramos con el fin de surtir las fuentes de agua que dan origen a nuestros ríos. La presión generada es la que los científicos han denominado “la bomba biótica”.

Podemos asegurar, entonces, que las quemas masivas en la Amazonía brasilera, en conjunto con la acelerada deforestación del planeta, estarían bajando la presión ejercida por la bomba biótica y esto redundaría en una menor producción de lluvias y en una mayor distancia de recorrido de las mismas, llevando las lluvias a sitios diferentes, generando grandes inundaciones y profundas sequías a lo largo y ancho de América.

De seguir el ritmo de deforestación, según se desprende de la teoría, Suramérica acabaría convertida en un desierto por la falta de presión que genere lluvias y por el cambio de dirección de los vientos alisios, que no encontrarían barreras que los detengan. No estamos hablando de un futuro muy lejano: al ritmo actual el fenómeno se vería a un horizonte de 50 a 60 años y la desertización total estaría a menos de un siglo.

Si bien no está en nuestras manos la solución del problema, sí existen dos tareas concretas que deberíamos asumir como país: la primera es cuidar estrictamente nuestra Amazonía para evitar su destrucción y, la segunda, es liderar una presión internacional sobre Brasil de manera tal que ajuste los controles que garanticen la estabilidad climática del planeta.