Uno de los placeres de estar Madrid es visitar el museo del Prado. Esto es algo que siempre disfruto a cabalidad, ya sea revisitando alguna de mis obras preferidas en este museo, que no son pocas, o apreciando una de sus excelentes exposiciones temporales.
La exposición Arte y Transformaciones Sociales en España 1885-1910, presente de mayo a septiembre del presente año, es una muestra pictórica excepcional, además de ser un importante recordatorio de la historia económica y social, de una era que cambió el mundo para siempre, transformándolo de un mundo rural, en un mundo urbano de grandes urbes, donde se concentraría la mayor parte de su población en busca de trabajo en fábricas y centros industriales desarrollados por la Revolución Industrial de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
La exposición es una muestra poderosa para comprender cómo el arte fue referente y agente de cambio en esos momentos difíciles en la historia española, cuando el país debió adaptar su vida a un cambio social necesario para participar de los avances industriales y económicos que vivía Europa.
Fueron estos artistas, igual que los escritores del momento, quienes con sus obras dieron a conocer al público, la miseria, la perfidia y desesperación sufrida por la nueva clase obrera formada por hombres, mujeres y niños.
Entre las obras más representativas de esta exposición, se encuentran algunas de Joaquín Sorolla, con sus magníficos cuadros sobre diferentes labores, entre ellas los recogedores de cosechas y el gran óleo de los pescadores halando con bueyes un bote para sacarlo del mar cargado de la pesca de su faena diaria.
Los cambios en los servicios públicos de salud son expuestos en el lienzo de Luis Jiménez Aranda, donde un anciano profesor enseña a un grupo de jóvenes doctores el resultado de su visita a un hospital. Igual sucede con oleos sobre la vacunación de una población aterrorizada ante algo tan desconocido, y el esfuerzo por darle un mejor tratamiento a los enfermos mentales.
Varios cuadros describen la prostitución, un tema poco tratado en el arte, entre ellos la inquietante cara de una prostituta, pintada por Picasso. La migración, de tanta actualidad hoy, está representada por múltiples telas que muestran la angustia de cientos de españoles embarcándose para cruzar el Atlántico en busca de una mejor vida: más de 400 mil partieron hacia los Estados Unidos.
Claro, lo más significativo de esta muestra, tratándose de los años de la Revolución Industrial, son los cuadros que describen las huelgas obreras en defensa de los derechos de los hombres y mujeres llegados de los campos a trabajar en las textilerías, acerías y todo tipo de fábricas que crearon abundantes empleos, pero también, en muchos casos, miseria y desesperación. El arte que representa la lucha de los obreros por un tratamiento más humano está presente en obras tan impactantes como: “Una huelga de Obreros en Vizcaya” (1892), del pintor Vicente Cutanda y Toraya.
El mensaje clave de esta magnífica exposición es que el arte no es solo un reflejo pasivo de las circunstancias históricas, sino también un crítico juez. En definitiva, esta muestra nos invita a mirar más allá de la estética y a reflexionar sobre el poder del arte como herramienta de cambio social.