Es claro imperativo, para su debido aprovechamiento, continuar nuestro acercamiento a las enseñanzas del Papa Francisco en su reciente visita a nuestra católica Colombia. Es preciso asimilarlas en nuestra vida, como semilla de bien, esparcida con tanto amor. Cuatro fueron las homilías del Pontífice, con las que quiso enmarcar, en torno a la Sagrada Eucaristía, su gran mensaje de orientación al pueblo colombiano.
En Bogotá se refirió al primero y sagrado derecho de la vida de todo ser humano, desde el vientre materno hasta su muerte natural, amenazado inclementemente por diversa tinieblas, cuya conculcación es crimen que clama al cielo. En Villavicencio clamó por la actitud racional de la reconciliación entre todos los colombianos, y con toda la creación obra de Dios. En Medellín su llamado fue a la dignificación de la vida al consagrarla a Dios, dentro o fuera de conventos, dando sublime valor a la existencia. En Cartagena, en torno al dechado de consagración de S. Pedro Claver, pregonó vivo el mensaje central del cristianismo, en atención a los hermanos, en especial los más necesitados.
Dentro de ese marco homilético da sentido a la vida, y su ausencia lo ensombrece y lleva a la barbarie en la que se sumen los pueblos. Predica, a todos, el Papa Francisco, con su estilo sencillo inspirado en Jesús de Nazaret y Francisco de Asís, con su cercanía paterna a toda clase de personas. Sus múltiples intervenciones son dictadas por su sabiduría y prudencia, salidas de un corazón que refleja bondad y deseo de bien.
Seis fueron los sustanciosos discursos del Santo Padre, en diversos auditorios: a las autoridades y representantes de la sociedad civil; al pueblo colombiano, ante la presencia de millares de jóvenes; a los Obispos de Colombia; al Comité Directivo del Celam; en gran “Encuentro de Oración y Reconciliación”, con escucha y compartir con víctimas del conflicto armado en Colombia; ante Religiosos, con Sacerdotes y Seminaristas, y familias de ellos. Cada tema con especial acento en su responsabilidad, al asumirla en la vida de armonía y paz a la que se debe estar comprometido en la construcción de una sociedad que avance en su progreso, con algo estable basado en la honestidad y la justicia.
Resaltamos ideas centrales de esas bien sopesadas intervenciones. Ante Autoridades insistiendo en la “cultura del encuentro”, hizo el Papa reconocimiento de múltiples esfuerzos por la paz a la largo de nuestra historia en búsqueda del bien común. Esfuerzos que han de ser adelantados no parcializados sino en dialogo democrático les insistió en la defensa de la vida y de la familia, con atención a los pobres y débiles. A los jóvenes, fue anhelo del Papa trasmitirles la confianza en Dios y en sus verdades, el acercamiento al sufrimiento, con comprensión del otro, no dejarse atrapar del “chiquitaje”, sino pensar en grande, con optimismo marcado, por indeleble alegría, y, “mirar la vida con sonrisa” con Jesús que ha vencido al mundo. Deben ser conscientes de que deben cultivar la “cultura del encuentro”, y que pueden y deben gran aporte a Colombia y al mundo.
Empalma con el tema anterior la reflexión amplia ante Religiosos, Sacerdotes y Seminaristas, que fue todo un tratado sobre el inmenso valor de la consagración a Dios en esas vocaciones, que merece profundización en todos los estamentos eclesiales. Destacó, el Papa, el precioso regalo de conocer a Jesucristo y tener el coraje de seguirlo, ubicados como ramas unidas al tronco de la vid, con dificultades, siendo vulnerables pero con indefectible optimismo, no con “carita de estampita”, sino con la alegría sincera del creyente. Agradeció el aporte de familias que viven su fe cristiana, que tienen con generosidad hijos y cultivan estas valiosas vocaciones que necesita la Iglesia. (Continuará)
*Obispo Emérito de Garzón