En todo experimento hay muchas posibilidades de equivocarse. Si no hubiese errores tampoco habría aprendizajes.
Al escribir estas líneas me equivoco: se me van errores de dedo, tengo que borrar párrafos enteros y volver a empezar. Ese nuevo comienzo no es desde cero; sería un total desperdicio no aprovechar las equivocaciones para mejorar, rehacer el escrito y aprender. Lo mismo ocurre a la hora de reformular un proyecto o redefinir la vida. Sin yerros sería imposible avanzar, por lo cual es necesario asumirlos, por más terribles que los califiquemos. Evidentemente, hay eventos que se asumen más fácilmente que otros: no es lo mismo tropezar con una persona cuando vamos corriendo que incurrir en una infidelidad, algún acto de corrupción o llegar a segar una vida. En nuestras escalas de valores -no hay una sola sino varias, de acuerdo con el nivel de consciencia en el que estemos- los juicios de valor aparecen y permiten la gradación de las faltas o los delitos, así como el valor de la pena o la compensación. Más allá de lo judicial y lo social, desde diferentes visiones sobre la espiritualidad se hacen posibles otras comprensiones.
Cuando reconocemos que no hay manera de no equivocarnos en esta experiencia encarnada -todo tiene su momento- y que somos hermanos en el error, entramos en una dimensión que es a la vez más humana y más trascendente. Al perder el temor a equivocarnos también podemos soltar la necesidad de juzgarnos y juzgar a otros por sus errores: podemos abrirnos a la comprensión plena de nuestra humanidad y a apropiarnos de todo lo que hacemos, cuando acertamos y espacialmente cuando erramos. Asumir es dar cuenta de lo que hemos hecho y hacemos, apersonarnos del experimento vital para restaurar lo dañado, aprender y seguir avanzando. Asumir requiere valor, no para enfrentar los retos de la vida, ese dicho cliché que perpetúa la idea que la vida es una lucha, sino para aprovechar cada oportunidad que tenemos de vibrar en el amor más que en la confrontación y en la integración más que en la negación. Asumir equivale a decir: sí, me equivoqué y estoy en disposición de reparar, con todo lo que ello implique.
Los costos materiales están lejos de ser un tema menor. Sin embargo, los costos emocionales pueden ser aún más difíciles de sobrellevar. Asumir requiere que nos hablemos con la verdad, porque podemos llegar a engañarnos a nosotros mismos con tal de evadir la responsabilidad, que desde la cultura implica culpa y castigo. Asumir es conectarnos con nosotros mismos desde el amor incondicional y reconocer que al decidir hacernos cargo de nuestra vida todo fluirá mejor, desde el Amor, la Luz y la Consciencia.