“No nos podemos quedar parados”, dijo el Papa Francisco a los colombianos al finalizar su reciente visita. Encabezados por los Obispos católicos, debemos hacer eco a ese llamado para que tan abundante siembra, hecha por el Pontífice, se trasluzca en esfuerzos y pasos seguros hacia adelante. Hay qué ir a aspectos concretos del vivir del País. Esa es la tónica del vibrante mensaje de nuestro Episcopado, que del 1 al 3 de este mes de noviembre estuvo congregado, en pleno, para decantar el contenido de lo enseñado por el Papa, ver en qué debemos empeñarnos cada uno.
La venida del máximo representante de Cristo en la tierra no era para manifestaciones pasajeras, sino para despertar más fiel seguimiento al divino Redentor, lo cual ha de traslucirse en enmienda de cuanto no esté en la práctica según su salvifico mensaje, y en crecimiento en obras de bien inspiradas en el más grande ideal pregonado en el planeta a lo largo de los siglos. Repasó, el Episcopado, sus abundantes y jugosas alocuciones y homilías, poniendo atención a sus pensamientos sobre múltiples temas que reclaman análisis para hacer enmiendas o incrementar acciones de bien.
Tomar conciencia de los pasos equivocados o de la deficiencia en las labores positivas no es aguar la fiesta o dar voz desalentadora, sino contribuir sincera y amistosamente a la superación y avance, atender ese “no quedarnos parados”, dando nuevos y decisivos pasos hacia necesaria superación y positivo bienestar común. No calló el Papa ante los males del País, sobre los cuales había sido lealmente informado desde distintas fuentes, y los Obispos tampoco se contentaron con admirar el convincente estilo de acción del Papa, su don de expresarse con sencillez, gracia y propiedad, sino que, con amor paterno y amor de patria, señalaron los males a corregir y los bienes a incrementar, aprovechando las salvíficas recomendaciones del mensaje auténticamente humanitario del cristianismo.
Muy concreto el mensaje episcopal al advertir “que estamos atravesando un momento delicado e importante en el que encontramos fuerzas que nos impulsan a grandes ideales, pero también hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida”. Menciona tinieblas por la injusticia y la inequidad social; tinieblas corruptoras de intereses personales o grupales que consumen de manera egoísta y desaforada lo que está destinado al bienestar de todos; tinieblas en el irrespeto a la vida humana… De esta grave situación ha de examinarse cada cual, gobernantes y opositores, y ciudadanos que quieran de verdad el bien común. Es preciso reconocer la parte que se tiene en crear esas tinieblas, y ver cómo se contribuye a corregir tan dramáticas situaciones, con cuidado de no convertirlas en bandera electorales de grupos, sino en punto de diálogo generoso para llegar a acuerdos y labores, verdaderamente comunes, indispensables para salir adelante.
Con nombre propio señala el mensaje episcopal la necesidad de la enmienda de la corrupción que ha permeado estructuras fundamentales de la sociedad y ha contaminado las ideas, principios y valores con gravísimas crisis en la justicia la economía y la política. Se advierte que no se puede esconder la incertidumbre que se ha creado por el estilo de imponer y adelantar el proceso de paz con las Farc, así como el futuro de negociaciones con el Eln, y el surgimiento de nuevas formas de violencia, lo cual no ofrece el panorama de paz que algunos pregonan.
Se urge lo cual atención para atajar, con decididos esfuerzos las campañas para implantar crímenes contra la vida y principios éticos basados en la ley natural, e implantación, también de ideologías materialistas, con desastrosas aplicaciones como “la ideología del género”, que lleva a reclamar absurdos “derechos” como libertad para cambio de sexo y otros irrespetos a la dignidad humana. (Continuará)
*Obispo Emérito de Garzón
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