Bolsonaro | El Nuevo Siglo
Martes, 6 de Noviembre de 2018

El 28 de octubre de 2018, en segunda vuelta, los brasileños eligieron presidente a Jair Bolsonaro, un exmilitar del Partido Social Liberal (PSL). Perdió Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), heredero de Lula da Silva actualmente preso por corrupción, y Dilma Rousseff quien fue destituida (impeachment) por manejo corrupto de las cuentas fiscales y la firma de decretos sin la aprobación constitucional requerida por el congreso. Brasil tiene 213 millones de habitantes. 115 millones, un poco más de la mitad, votaron en las elecciones. Bolsonaro ganó ampliamente con el 55% y 11 millones de votos de ventaja. El PSL se convirtió en la segunda fuerza parlamentaria y ganó las gobernaciones de los grandes estados.

Bolsonaro es un hombre de derecha. El Brasil enfrentó una situación similar a la de Colombia en la segunda vuelta cuando la mayoría abrumadora de los colombianos votamos por Duque frente al candidato izquierdista Petro.

Ante las elecciones brasileñas los mamertos reaccionaron como siempre, olvidando que el gran impulso a Bolsonaro se lo dieron las izquierdas cuando intentaron matarlo en septiembre pasado (Bolsonaro subió 9 millones de votos desde que fue herido).

Los medios, y no me refiero solamente a los nuestros sino en general, lo tratan de extrema derecha (me pregunto si alguna vez tacharon a Lula -o a Petro-como extrema izquierda), de fascista (cuyo proyecto político era instaurar un Estado totalitario, basado en el corporativismo y una economía controlada, tal como lo fue el nazismo -que era socialista- y, por qué no, el comunismo) y lo comparan con Trump o con Goebbels. El párroco de La Porciúncula equiparó indirectamente a Trump y a Bolsonaro con Hitler. ¡Lo que faltaba!

Yo creo que, cuando los mamertos reaccionan así, algo bueno tienen frente a ellos.

Tachar a Bolsonaro de ‘antidemocrático’ aunque haya ganado limpiamente en las urnas, es bastante tonto. Bolsonaro dijo en su discurso que está comprometido con el país y el pueblo, que hará un gobierno decente y con libertad, que hará del Brasil una nación grande, libre y próspera, que recortará la burocracia y sin reelección. Y lo hizo bajo juramento.

Recordemos que el PT gobernó desde 2003 hasta 2016 y dejó un país en recesión, inseguro y con corrupción masiva. Néstor y Cristina Kirchner  estuvieron 8 años (2007-2015); Rafael Correa 11 (2006-2017); Daniel Ortega tuvo dos periodos, el primero de 1979 a 1990 y el segundo desde 2006 y allá se mantiene a sangre y fuego; Evo llegó en el 2005 y ahí sigue; Chávez gobernó desde 1999 hasta 2013 y fue sucedido por Maduro que, como Ortega, se sostiene a sangre y fuego; y, para rematar, los Castro llegaron al poder en 1959 y aunque Raúl se retiró en 2018 fue sucedido por Miguel Díaz Cané, mera interpuesta persona. Las izquierdas son las que llegan para quedarse a como dé lugar.

Cuando hay unas elecciones divididas (Estados Unidos, Colombia, Brasil) es obvio que las opiniones se enfrentan y se eleva el tono del discurso. Eso se llama democracia, no polarización. Este término lo usan las izquierdas para desorientar a la opinión. La polarización se presenta cuando, en ejercicio del uso de todas las formas de lucha, se ofende, se calumnia, se descalifica al contrario en vez de respetar, aunque no compartir, sus opiniones.

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Coda: “Autócrata, con un discurso misógino, homófobo y racista, defensor de la dictadura, la tortura y la violencia” son palabras propias o prestadas de medios colombianos para referirse a Bolsonaro. Es lo que llaman prensa “objetiva”.