Las cifras fiscales con que cierra el 2021 son excelentes. Pero hay que tener cautela. No es bueno dejarse invadir por un optimismo desbordado. Los resultados fiscales anunciados son muy buenos, es cierto, pero la complejísima situación fiscal del país está lejos de haber sido resuelta.
El “superlativismo”- al que es tan dado el gobierno- consiste en envolver con festivo papel celofán la presentación de cualquier noticia económica con expresiones tales como: “lo mejor del mundo”, “lo más notable de la región”, “lo más descollante del último siglo”, “algo nunca visto”, y cosas por estilo. Expresiones que elevan el ánimo colectivo, pero tienen el inconveniente- en materia fiscal sobre todo- de hacer creer que todo está resuelto.
Comencemos por las cifras de crecimiento económico anunciadas para el 2021: 9,7%. Se trata de un guarismo por supuesto notable que seguramente se procurará redondear en la apuesta gubernamental (ahora está de moda “apostarle a todo”) al 10%. Tal como se hizo con el millón del salario mínimo.
Pero esta cifra del 9,7% tiene, en primer lugar, un alto componente de efecto rebote; recuérdese que en el 2020 caímos 6,8%. En segundo lugar, no es algo aislado: casi todos los países están esperando un rotundo crecimiento en el 2021 como resultado del restablecimiento de la movilidad ciudadana y del fin de la cerrazón que impuso la pandemia, aunque la revista The Economist ha colocado en primer puesto el esfuerzo de recuperación de Colombia. A partir del 2020 se espera estabilizar una velocidad de crucero en el crecimiento del orden de 3,5%-4,0.
La reducción del déficit fiscal para el cierre de este año frente a los pronósticos iniciales que lleva a una cifra del 7,6% en vez del 8,6% que inicialmente se había estimado, es también digna de aplauso. Pero es bueno recordar que parte significativa de la reducción del déficit se debe a la venta de las acciones del gobierno a Ecopetrol y a los ingresos inesperados que esta operación representó para el fisco. Las bombas de tiempo fiscales que le quedan al próximo gobierno son inmensas. Un caso: se ha informado que el fondo de estabilización de combustibles acumula a la fecha un pasmoso déficit de 11 billones de pesos. Y es solo un ejemplo.
El lunar principal de los indicadores con que cierra el 2021 es la inflación. A noviembre se registra un alza del 5,26%, por encima de las metas del Banco de la República. Y la variación de precios en alimentos trae aún más fuerza. Este es un fenómeno planetario. Después de las grandes expansiones que hicieron los bancos centrales para contrarrestar la pandemia, ahora el péndulo va en dirección contraria. La inflación en Estados Unidos es la más alta de los últimos cuarenta años. El aumento de 50 puntos porcentuales que decretó la junta del Banco de la República en su última reunión es muestra de la preocupación por la variación de precios que, con razón, embarga a los directores de nuestro banco emisor.
Mucho más prudente fue el comité de la regla fiscal que en el comunicado de su última reunión del año, dijo: “El comité celebra que la mejora de las condiciones macroeconómicas se haya traducido en un fortalecimiento fiscal del país. Enfatiza que, a raíz de estos resultados, el ajuste requerido en el mediano plazo para consolidar las finanzas públicas tiene un punto de inicio sustancialmente más favorable, sin perjuicio de que se siguen requiriendo esfuerzos adicionales significativos dado el nivel elevado del déficit”.
En resumen: el 2021 cierra con buenos indicadores. Pero subsisten nubarrones serios en el horizonte. No es prudente todavía echar voladores.