CAMILO HERRERA MORA | El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Noviembre de 2012

Ciudad de ladrillos 

 

No hace mucho se presentó una reflexión sobre el rol de las ciudades en la definición de los nuevos poderes, debido a que al desaparecer los grandes enemigos mundiales y el surgimiento del terrorismo, las ciudades serán el foco objetivo de presión y el nuevo campo de batalla, como ocurrió en Chicago en los treintas.

Las ciudades son el espacio de mafias, carteles y grupos de poder que mantienen su capacidad de temor por medio de la extorsión, ejecuciones y la llamada “seguridad privada”, que permite que el comercio ilegal del momento (licor hace 100 años, hoy droga y celulares robados) genere rentas importantes; esto se apalanca en la corrupción a las fuerzas policiales, la justicia y el involucramiento de sectores de poder. Esta tendencia global, que para muchos es inevitable, en Colombia es una realidad desde hace muchos años, con una fuerte consolidación en los últimos tiempos por la presencia de grupos criminales que vienen de los procesos de desmovilización de grupos al margen de la ley.

¿Qué hacer? Más allá del necesario actuar policivo, es fundamental comenzar por lo lógico: comprender el fenómeno. Al parecer todo surge del inevitable ejercicio de los mercados negros ilegales y la falta de oportunidades en las urbes, así mientras las ciudades sigan recibiendo grandes migraciones de mano de obra no calificada, ésta se verá tentada al delito para lograr mayores ingresos e insertarse en la calidad de vida que la urbe ofrece, pero los puestos de empleo no crecen a la misma velocidad y requieren fuertes niveles de capacitación.

El delito existe porque alguien lo definió como tal. Hoy la droga es prohibida y por esto la industria privada no está en el proceso, pero como existe demanda, alguien la debe suplir, causando la criminalidad, la victimización y costos sociales. Por otra parte está el criminal cruel, que es aquel que aterroriza a los ciudadanos, industriales y comerciantes, extorsionándolos, lo cual es el problema más complejo, porque no surge de desequilibrios de mercado, sino de personas que realizaron una transformación cultural donde la vida del otro no tiene valor.

Veremos el surgimiento de capos como Al Capone en las ciudades principales, controlando desequilibrios de mercado laboral y los segmentos prohibidos, con la moral de la muerte; pero con un perfil diferente al de hace 30 años, porque estarán conectados mundialmente para hacer este crimen más rentable.

En esas ciudades crecerán nuestros hijos, trabajaremos, haremos industria y buscaremos la forma de ser felices, bajo un manto continuo de temor, donde lo único que podrá ayudar es tener un gran cambio cultural: volvernos sapos, denunciar, no temer y creer en las autoridades. Todo depende de nosotros, y sin duda será muy difícil, por eso debemos comenzar desde lo simple: no le diga a su hijo que da quejas, que es un sapo y que eso no se cuenta, o de lo contrario después no podremos cambiar la tendencia.

Colombianada. Es cierto, nuestra sociedad de debe volver verde.