Carlos Alberto Estefan Upegui | El Nuevo Siglo
Martes, 27 de Enero de 2015

 “Fincas o becas”

 

Nuestro tema de hoy se inspira en el contenido del escrito publicado en El Espectador hace algunos días, cuyo el titulo era ¿Fincas o becas? y que corresponde a una de las habituales reflexiones del doctor Rudolf Homes  sobre distintos episodios de la vida nacional, en este caso, refiriéndose a la sugerencia de J. Robinson aparecida también en ese medio de comunicación el 13 de diciembre de 2014, sobre “¿Cómo modernizar a Colombia?”, indicando que es más importante preocuparse por el acceso equitativo a la educación de buena calidad, que por la distribución de la tierra. Afirmación que se aproxima bastante a la que en alguna ocasión hizo el exministro Homes, al advertir que “en lugar del acceso a la tierra, lo que se debería estar discutiendo en La Habana es el acceso desigual a la educación y al conocimiento. Sin desconocer la importancia histórica y política de llegar a un acuerdo sobre la tierra, sobre todo para quienes nunca han sido propietarios”. O a la aclaración del  ilustre profesor Salomón Kalmanovitz. al anotar en ese mismo artículo sobre la receta de Robinson, que esta se parece a la del “anti-agrarista y anti-reformista agrario”  Lauchlin Currie, quien decía que “es muy ineficiente proveer servicios para una población campesina dispersa”.

En ese orden de ideas, podríamos concluir que debió haber sido primero  la educación  y no la distribución de tierras, el camino a proponer en la construcción del nuevo país del posconflicto.

Ciertamente la tendencia del mundo moderno es  a ser cada vez  menos “primario” y volverse más industrial; menos rural y más urbano, tendencia sobre la cual hace algunos años se viene hablando y que coincide en parte con la de Robinson, en el sentido de que “es mejor que los empresarios se encarguen del desarrollo agropecuario y dejar en las ciudades a los campesinos que han sido desplazados”. Observación que en nuestro caso obviamente no compartimos, sobre todo cuando el fenómeno del desplazamiento en Colombia ha obedecido a motivos violentos e injustos, además de muchas otras razones que nos haríamos extensos en relacionar pero que todos conocemos.

Entre tanto, aceptemos que es indispensable empresarizar el campo en manos de quienes allí viven, saben del asunto y les gusta; además porque esperan la paz como un insumo indispensable para que los dejen trabajar. Pensemos en ayudarles a ser competitivos dentro del marco de la globalización, lo cual conlleva tanto la necesidad de trasladarles el bienestar de las ciudades,  como dotarlos de infraestructura e inversión social, si realmente queremos que nuestro país reverdezca nuevamente. Por supuesto, no solo se trata de la asignación de tierras, también se necesita capital, tecnología y buena gestión.

Son retos que el país debe asumir lo cual no es  fácil, siendo allí  donde aparece también la  educación como requisito para el éxito.

Consecuentemente, debemos decir entonces, que no se trata de una fórmula excluyente de fincas o becas, tierra o educación,  es una determinación integral que incluye las dos a la vez. A lo anterior se agrega la obligación de corregir en nuestra sociedad, la desigual distribución de los derechos y los privilegios, los deberes y las responsabilidades, el poder  y las influencias, verdadera razón de ser de la situación que vivimos.