CARLOS MARTÍNEZ SIMAHAN | El Nuevo Siglo
Sábado, 12 de Diciembre de 2015

PÁGINAS

Gabo en Sincé

“Puerta mágica de sus aventuras literarias”

En  el estreno de “Un mundo de Gabo”, su consagrado director, Lisandro Duque, me dijo que sabía poco de la influencia de Sincé en la obra de García Márquez. Al oír que en los múltiples viajes cumplidos para la realización del documental no se incluyó ni a Sincé ni a La Mojana, entendí que debía enterarlo de la saga de la familia García-Martínez en la tierra de Melquiades. Si, admirado Lisandro, Melquiades Jacinto Díaz Ortega nació en Sincé, el 10 de diciembre de 1864 y ahí murió 106 años después. El relato de sus proezas las oyó Gabo de Gabriel Eligio García Martínez en las conversaciones cartageneras de los años 50 que solo terminaban con el canto madruguero del gallo capón.

Melquiades, sigiloso caminante por las distintas realidades del tiempo, recorrió muy joven las Galias y aprendió de los druidas la cosmovisión de los Celtas. Por eso, no lo mojaba la lluvia y apartaba los relámpagos con un gesto de la mano. A su regreso a Sincé revelaba que ya los hombres se comunicaban a distancia, y guardaba celoso un baúl negro que contenía todos los libros de la milenaria sabiduría de los brujos de la edad media. Como se movía entre Sincé, San Benito Abad y La Mojana, Gabo seguramente se había encontrado, en las vacaciones sucreñas, con las fabulosas hazañas de quien sería el personaje central de su obra máxima.

Por cierto, Lisandro, en las crónicas “Entre Cachacos”, Gabo recrea tanto el universo mítico de los humedales como el fecundo mundo de las sabanas de Bolívar. Nos habla de La Marquesita de la Sierpe, cuyos fabulosos rebaños “… demoraban pasando 9 días…”. ¡Claro! Había visto por los caminos de Sincé las hileras interminables de reses que iban en busca de agua en los meses tortuosos del verano sabanero. De esos “viajes a las ciénagas” surgen los “cantos de vaquería” con los cuales se lidiaba al ganado. Tienen ellos la musicalidad espontánea  y el ritmo poético de la prosa garcía-marquiana.  

Gabriel Eligio, identificado por la crítica lugareña como el Aureliano Segundo de “Cien Años de Soledad”, volvió a su tierra con el propósito de montar una farmacia y se hizo  acompañar de Gabito y Luis Enrique, a quienes se les abrió la puerta mágica de nuevas aventuras. Los numerosos primos les enseñaron las faenas habituales de la muchachada de provincia: “Nos llevaron a las huertas vecinas y allí aprendimos a montar en burro, a ordeñar vacas, a pescar con anzuelos, y a entender por qué los perros se quedaban enganchados con sus hembras”. (Vivir para Contarla).

Finalmente, Lisandro, el investigador Elmer de la Ossa, sostiene que el emblemático liqui liqui de Estocolmo fue un homenaje a quien sí lo usaba: Don Gabriel, su abuelo paterno. Te invito a leer en clave sabanera La Hojarasca, El Coronel no tiene quien le escriba, Los Funerales de la Mama Grande, La Mala Hora,…en ellos se hace patente los dramas sociales y políticos de ese inédito mundo de sueños y sudor. ¡Ayúdanos a divulgarlo!