CARLOS MARTÍNEZ SIMAHAN | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Julio de 2012

Una cierta tristeza

 

Estamos viviendo los colombianos momentos de incertidumbre sobre el futuro del país y de su régimen democrático. El soldado que derramó lágrimas de honor y de impotencia, ante la arremetida de la turba indígena en un cerro del Cauca, se ha constituido en el símbolo del estupor nacional. Es otra herida abierta en el pecho heroico de los militares colombianos. Hay preguntas a flor de labios que todos repetimos: ¿se acabó la seguridad que recientemente habíamos conquistado? ¿Regresamos al angustioso pasado? ¿Son inderrotables las Farc y las Bacrim?

La actitud siempre diligente del presidente Santos, las cifras ciertas sobre criminalidad y bajas a las Farc, el avance en la lucha contra el desempleo y la pobreza, las inversiones en grandes proyectos, no alcanzan a contrarrestar una cierta tristeza que se ha apoderado del ánimo de nuestros compatriotas. Además, cuando se miran las falencias escandalosas de las otras ramas del poder, el sentimiento se acerca a un resuelto pesimismo. Sin embargo, Colombia, con todo lo que significa esa bella palabra en epopeya y compromiso, nos obliga a crecernos ante las dificultades y nos da fuerza en el alma para reconstruir caminos de esperanza. Además, la democracia es el único sistema político capaz de corregirse a sí misma.

Toca con urgencia extirpar las causas del desasosiego. Señalo una: los golpes judiciales que reciben las Fuerzas Armadas y de Policía. Las batallas que ganan contra el terrorismo y la delincuencia armada, las pierden en la “guerra jurídica” que les ha sido decretada. Son más de 13 mil tras las rejas, por la acción camuflada de la subversión en los estrados. Los soldados de Colombia son los únicos del mundo, que estando en guerra, no tienen fuero y no son juzgados por sus pares. No pedimos impunidad, pedimos justicia.

Es hora de que reciban el apoyo efectivo de sus compatriotas y del Ejecutivo. Cuando el Acuerdo entre el Ministro de Defensa y el Fiscal Iguarán, mediante el cual se les despojó del fuero militar, fue demandado, el Consejo de Estado lo suspendió provisionalmente. El Gobierno de entonces apeló la decisión, por lo que no surtió efecto la suspensión. Resulta claro que el Gobierno actual puede desistir del recurso. Es más, debe desistir, para darle vigencia inmediata a la suspensión de tamaña improvidencia. Es un gesto que merecen y necesitan los hombres de armas que a diario ofrendan sus vidas por salvarnos de la violencia apátrida.

Todo eso facilitaría que se discutiera sin afanes el Acto Legislativo que sobre fuero militar cursa en el Congreso. Es una propuesta que pretende abarcar las múltiples aristas del espinoso tema. Por eso mismo, se tomará un tiempo más, el que será aprovechado por los malhechores para agredir al Ejército y a la Policía Nacional. ¡Presidente Santos, no lo piense dos veces!