Pasear sin prisa por las calles del “corralito de piedra” es como ir penetrando en la heroicidad de su historia, aun no suficientemente contada. Si desde una terraza se contempla su bahía, la ilusión nos hará ver las naves de corsarios y piratas que buscaban el oro y la plata que transportaba la Flota de Galeones. Alfonso Múnera, un historiador cartagenero que ha asumido como tarea profesional documentada quitar los velos que han ocultado el peso del andar histórico de su ciudad nativa y el aporte afrodescendiente en la cultura Caribe y en la gesta de la Independencia Nacional, nos relata en un ensayo magistral y minucioso, la importancia de la bahía en la vida de la ciudad amurallada.
“No se nos dijo que desde el siglo XVI hasta los inicios del siglo XIX esta ciudad del Caribe había sido, económica y miliarmente, la más importante”. Numerosos viajeros llegaban a su puerto que era un gran centro de comercio por el que pasaba más del 40% del oro del mundo. Así como suena. Múnera demuestra con cifras la trascendencia de Cartagena en la acumulación de capital, en el desarrollo inicial del capitalismo impulsado por el intenso mercado de esclavos. “En cuanto a extranjeros se refiere, ninguna ciudad de las Américas, de acuerdo a lo que se conoce, tiene tantos como esta; es un emporio de todas las naciones; desde aquí, ellos comercian con Quito, México, Perú, entre otros reinos; aquí hay plata y oro. Pero la mercancía más extensamente explotada es el esclavo negro” (Orta,1618, citado por Munera). Ese era apenas el comercio legal, superado con creces por el contrabando, propio de todo puerto, que practicaban desde Gobernadores hasta Arzobispos camándula en mano. “Vale la pena detenerse en este punto para insistir en una idea que nuestra memoria ha olvidado: Así nació Cartagena y ese es su lugar en la historia de la humanidad”, concluye Múnera.
En “la deslumbrante década de 1590” la ciudad de Cartagena era el centro cosmopolita más importante del Nuevo Mundo. Todo esto tuvo como escenario principal el mar, el mágico mar de los Caribes, como Munera, a quien se le empañan los lentes doctorales cada vez que sus pies se dejan bañar por las olas que lo trasportan al pasado de gloria y sufrimiento de su ciudad. El mar Caribe es símbolo y alma en el relato histórico de Múnera.
“No debiéramos olvidarlo, para así enseñarlo a las nuevas generaciones: Cartagena fue uno de los grandes centros del mundo en los que el encuentro de las culturas de la humanidad tuvo lugar por primera vez. En Cartagena, como en pocas ciudades del siglo XVI y XVII, se dio de forma intensa la mezcla inicial de civilizaciones y culturas representadas por grupos grandes de seres humanos venidos de sitios distantes y obligados por las circunstancias a crear juntos una nueva sociedad: la americana. Su bahía fue la razón última para que se diera aquí y no en otra parte”.
La insistencia del autor refleja su vocación de pedagogo de la historia. Muchas columnas se necesitarían para comentar el ensayo histórico que estamos reseñando. No hay espacio ya hablar de la prosperidad del puerto de Cartagena, en la primera mitad del siglo XIX cuando la ciudad resurgió después del trágico sitio de Morillo, tampoco para registrar la decadencia del siglo XIX ni la actividad actual del puerto, reconocido como el primero del Caribe desde hace más de dos lustros. Ya hablaremos del último libro de Alfonso Múnera: Olvidos y Ficciones, que tiene en la portada un retrato de José Prudencio Padilla, el mariscal mulato, invencible y traicionado.