Avanzar hacia niveles de centropía es imposible sin contar con guía. Requerimos pedir, con humildad, ser iluminados por la Luz mayor, el Amor con mayúscula y la Consciencia divina.
Entre menos cuenta demos de nosotros mismos, entre más dormidos estemos, la tendencia a la entropía será cada vez más creciente, pues sencillamente nos dejamos arrastrar por las corrientes. ¿Cuáles? Las de las diferentes manifestaciones de nuestros egos, que campean a sus anchas si no nos ocupamos de iluminar las sombras y aprender de ellas para integrarlas. Las de los niveles de consciencia que se niegan unos a otros, que guerrean, juzgan y condenan, antes que ejercer la compasión y avanzar en el amor incondicional. Estas tareas, justamente por la predisposición que tenemos en este mundo hacia la entropía, no son fáciles: para sintetizar y trascender los egos se requiere conocerlos, asumirlos y trabajarlos. Para ampliar la consciencia se precisa saber que lo podemos hacer y emprender la acción.
No es un tema de lucha, porque toda pelea alimenta lo entrópico. Pero, como vivimos bajo paradigmas patriarcales, las disputas, los retos y los desafíos están a la orden del día y hemos naturalizado el lenguaje de la guerra. Por ello lo popular es pelear contra el ego, matarlo. También parece natural juzgar y condenar a quien comete los errores que supuestamente ya estamos exentos de tener, como si ya fuésemos productos terminados. Todo ello conduce al caos, así se haga con maravillosas intenciones. Por ello, necesitamos discernir sobre lo que realmente estamos llamados a hacer mientras dure la encarnación presente e ir más allá de lo evidente. No se trata solamente de nacer, crecer, trabajar, multiplicarnos, producir, envejecer y morir, que es lo ordinario en los mortales, si aprovechamos las oportunidades, que llegan o creamos. Claro que todo ello es importante y que se requiere esfuerzo. Pero con egos vírgenes y consciencia precaria no llegamos muy lejos.
Se trata, creo yo, de lograr cosas extraordinarias, que nos permitan revertir los niveles de entropía: integrar el ego y ampliar la consciencia, a la par que hacemos lo ordinario que nos exigen las realidades que vivimos. Saber que contamos con guía divina, a la cual podemos recurrir para ser apoyados en esas tareas que se salen de lo común de la cotidianidad, nos alivia la carga. Por ello la oración, la meditación, la mantralización y toda práctica que nos permita activar nuestra conexión esencial son tan importantes. Nada de eso es del más allá, sino del más acá; no es de la hora de la muerte, sino de este momento que vivimos. Otra vida que vibre en niveles de centropía es posible: podemos traer los Cielos a la tierra.