A menos de un mes de las elecciones en los Estados Unidos, la atención internacional se vuelca sobre lo que ocurrirá en noviembre cuando se decida entre la reelección de Donald Trump o la elección del exvicepresidente demócrata Joe Biden. Ante la incertidumbre de quién ganará, Colombia debe mirar con especial atención el resultado electoral.
A lo largo de la historia, Colombia ha tenido una agenda bilateral sólida que ha trascendido a los cambios en el poder político estadounidense y se ha caracterizado por su diversidad, incluyendo temas como la política antinarcóticos y el libre comercio, de especial interés del Partido Republicano, hasta el apoyo al proceso de paz, la promoción de los derechos humanos y la inclusión de minorías étnicas, que han tenido un mayor respaldo del Partido Demócrata.
En el campo económico, nuestras relaciones con los Estados Unidos son estratégicas: la inversión extranjera directa norteamericana en Colombia entre el año 2000 y 2019 es del orden de los 39 mil millones de dólares, siendo así el principal origen de los capitales foráneos que llegaron al país en ese lapso, representados en más de 500 empresas norteamericanas asentadas en el territorio nacional. También en la lucha contra los grupos armados ilegales, el apoyo norteamericano ha sido clave porque ha permitido que las Fuerzas Militares y la Policía accedan a mejor tecnología y mejorar sus capacidades de vigilancia y reacción.
Actualmente, el Gobierno Nacional a través de Procolombia y del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo está adelantando una estrategia de nearshoring para consolidar a Colombia como un destino que reúna las condiciones para que empresas estadounidenses que estaban asentadas en Asia se localicen en el país y, ojalá, logremos que lleguen también a regiones donde históricamente la inversión extranjera es muy baja y que, de recibirla en esta coyuntura, podrían impulsar de forma considerable su reactivación económica. Estamos frente a nuevos tiempos en las relaciones diplomáticas, donde se preserven los temas comunes por encima de los vaivenes de la política electoral y donde existen nuevas oportunidades que debemos continuar explorando.
Independiente de qué partido llegue a la Casa Blanca, Colombia tiene el escenario de atraer inversiones en sectores como la industria farmacéutica, manufacturas e insumos para calzado, industria automotriz y prendas de vestir, entre otros, que están buscando la opción de establecerse más cerca del mercado norteamericano y reducir el costo de oportunidad que les ha significado la decisión pasada de localizarse en Asia.
También resulta de gran importancia que se fortalezcan y profundicen las relaciones de intercambio de Colombia con el mercado del Pacífico estadounidense, que cuenta con California, una de las diez economías más grandes del mundo. Esas deben ser prioridades en la agenda bilateral de los próximos años, que ha sido muy fructífera y puede entrar en una nueva etapa muy provechosa para Colombia, en estos tiempos de tempestad económica y de cambios en el escenario internacional. En ese sentido, el enfoque del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de convertir al país en una plataforma protagonista en la estrategia de relocalización de empresas norteamericanas es acertada y va por la vía correcta.