Consciencia de conexión (3) | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Julio de 2021

Tenemos a nuestra disposición muchas herramientas que nos permiten ampliar esa consciencia de conexión. El contacto con la naturaleza es una de ellas. Contacto, de acuerdo con el diccionario de la RAE, se define como acción y efecto de tocarse dos o más cosas. ¿Desde dónde tocamos a la naturaleza? ¿El contacto es mutuo? ¿Permitimos que ella nos toque? Responder a estas tres preguntas en tiempo presente nos permite reconocer cómo se encuentra nuestro “darnos cuenta” de la conexión.

A veces solo tocamos a la naturaleza sin reparar en ella, en automático, como también nos puede pasar con nuestro propio cuerpo: regamos las plantas o el pasto con una manguera sin hacer mayor contacto. O pensamos que somos los dueños del agua, los bosques, el subsuelo y vemos en todo un recurso que podemos explotar al máximo. Podemos tener una visión utilitarista del entorno natural, en la cual la consciencia de conexión se diluye, porque no hay identificación con los ecosistemas.

Nuestras sociedades contemporáneas y urbanas pueden perder muy fácilmente la perspectiva de unidad: vivimos en la fragmentación, que nos separa a seres humanos en polos ideológicos, que nos pone ante la naturaleza como extraños.  Sí, es la dualidad propia de esta tercera y cuarta dimensiones en las que transitamos. Por ello llegamos a secar los humedales en las ciudades, a deforestar para crear monocultivos, a perforar para sacar gas y petróleo cuando ya sabemos que las energías limpias son posibles. Esa división entre nosotros como dominadores y la naturaleza como dominada nos aleja de la consciencia de conexión, pues perdemos de vista la totalidad y lo que subyace a ella, el Amor, como la fuerza más poderosa de los multiversos que se manifiesta en cada creación, que los seres humanos no podremos desarrollar ni remplazar.

Por el contrario, cuando al regar las plantas las acariciamos y les hablamos, establecemos con ellas una relación que va más allá de verlas como simples adornos y podemos atestiguar en ellas la vida, la cual nos hermana en toda su magnitud. Podemos caminar descalzos sobre el césped, abrazar un árbol, regocijarnos con el correr del agua en un riachuelo y sentir toda su fuerza vital.

Cuando contemplamos la naturaleza en una montaña, el mar, el bosque o en nuestras mascotas -que a su manera nos expresan su amor, con una mirada, un maullido, batiendo la cola o un juego-, podemos ganar consciencia sobre la conexión que tenemos con todo lo que existe. No estamos separados, estamos hechos del mismo carbono, el mismo hidrógeno y el mismo oxígeno. Cuando lo reconocemos también podemos vivir en conexión con el Todo, que es Luz, Amor y Consciencia.  Dios mismo. 

IG: @edoxvargas