Crisis e impermanencia | El Nuevo Siglo
Sábado, 20 de Mayo de 2023

Cuando estamos en crisis suele ocurrir que tenemos la sensación del tiempo detenido. En esos momentos resulta clave recordar que todo es impermanente.

Hay muchas definiciones para la palabra crisis. Yo la defino como una situación incómoda, que nos saca de nuestra zona de confort, transforma nuestra realidad y nos da nuevos elementos de aprendizaje. Podemos aprender o no, agradecer o no, aceptar o no. Todo ello va a depender de qué hayamos resuelto y qué nos quede aún pendiente en esta maravillosa interconexión de posibilidades que es la vida. Si hemos aprendido ya que todo llega y todo pasa, podremos atravesar las crisis con la emocionalidad menos alborotada.

La incomodidad de las crisis tiene que ver justamente con las emociones que nos visitan durante ese tránsito. Podemos experimentar ansiedad por lo que va a ocurrir y preocuparnos en vez de ocuparnos. Es posible también que nos visite la rabia porque el estado habitual de las cosas ha cambiado y estábamos muy acostumbrados a él. Podemos sentir decepción y asombro, pues hemos podido olvidar que la incertidumbre siempre está presente. También es factible que sintamos desesperación y que nos hundamos en la melancolía. O podemos sentir esperanza, pues algo favorable saldrá de eso que estamos viviendo. 

Necesitamos aquí recordar que las emociones son transitorias por naturaleza, aunque a veces nos empecinemos en dejar que su visita se prolongue un tiempo innecesario. El miedo, el asco, la ira, la sorpresa, la felicidad y la tristeza son todos temporales y duran lo que corresponde. Entonces, las crisis que emergen pueden ser grandes oportunidades no solo para aprender lo específico de una situación, sino también a reconocer nuestras emociones, para dejarlas ser, dejarlas estar y dejarlas pasar. 

La primera empresa que tuve quebró cuando yo tenía treinta años: crisis económica, profesional, emocional. Llegué a creer que eso no pasaría nunca y que mi vida era un completo fracaso. Además de aprender temas organizacionales y de desarrollo humano, esa crisis me sirvió para reconocer la impermanencia de la vida.

En medio de la crisis podemos conectarnos con el momento presente. ¿Cómo? Respirando conscientemente, para empezar. En cada instante en el que respiramos dándonos plena cuenta de ello, las emociones se desvanecen y podemos entrar en gozo, ese sí un estado del ser que podemos hacer permanente. Inhalar y exhalar en plena presencia no solamente nos ayuda a bajarle el volumen a las emociones, sino a tomar distancia de lo que nos ocurre.  Así como la inhalación y la exhalación pasan, igualmente todo lo que vivimos.  ¡Todo!

Te invito a que en medio de las crisis respires y recuerdes que no son eternas.  Sea que sea lo que estemos viendo, eso también pasará.

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