Los tiempos modernos y los retos que ellos traen para los Estados exigen que instituciones, habitantes y actores de la comunidad internacional, realicen un esfuerzo conjunto y solidario para enfrentar y salir avante tras las difíciles circunstancias que se han presentado en el Siglo XXI y que ya van dejando graves consecuencias para los habitantes de esta aldea global.
Así como la globalización se predica de todos aquellos asuntos que impactan el comercio, la seguridad, las relaciones exteriores de los Estados soberanos e implican el mayor rigor en el cumplimiento de estándares en materia de medio ambiente, derechos humanos y tantas otras asignaturas que son definitivas para la mejor calidad de vida de los seres humanos y el reconocimiento de su dignidad, las soluciones y esfuerzos para salir de las crisis deben ser mancomunados y guiados por el principio de solidaridad universal.
No parece haber un asunto que no requiera del concurso de varios actores y sectores de la sociedad. Si bien los problemas bien pueden ser localizados geográficamente o por sectores de la población, lo cierto es que, así sea que la manera de abordarlos se haga al interior un territorio y para cubrir a la población que lo habita, el efecto, tarde o temprano, se verá sobre un número más amplio de personas y por tanto sobre un área geográfica más extensa.
Lo anterior permite afirmar que aquellas instituciones y organismos internacionales velan por el cumplimiento, las garantías y el respeto de los compromisos internacionales de los Estados, tienen también una responsabilidad de mayor calado.
En efecto, cada situación sobre la que corresponde hacer seguimiento y adelantar investigaciones para entender el verdadero contexto y alcance de quejas o noticias, debe ser tratada con total objetividad e imparcialidad. Para ello, es conveniente conversar con todos aquellos actores que se vean comprometidos de una u otra manera, en la particular cicunstancia objeto de revisión y examen.
Ello ha quedado en evidencia por ejemplo con la pandemia con la que el mundo fue sorprendida a principios del 2020. La necesaria coordinación de medidas que cada Estado adoptado en el tratamiento de las fronteras, protocolos de bioseguridad, entre otras, enseña que hacerlo de esa manera y, cuando se puede y existe, con la guía de organismos especializados en cada asunto, contribuye a que la solución, aunque difícil, pueda tener más viabilidad para sortear las complicaciones.
No debe olvidarse que, así como en algunos Estados hay mayores niveles de desigualdad y asimetría, a nivel internacional también sucede lo mismo. Así, quienes están en capacidad de ir un paso más adelante, tienen el deber moral de solidarizarse con aquellos que presentan más dificultades. Es lo que sucede con las ayudas que prestan naciones cuando asisten con recursos y vacunas que posibiliten que la crisis de salubridad pública que deja el covid-19 sea superada o por lo menos haya avances en términos de contar con más personas inmunizadas contra el virus.
Ayudar a reducir la posibilidad de que el contagio siga extendiéndose y cobrando vidas, no sólo por salud sino por los efectos que se han generado para la economía en términos de aumento de probreza, dismunción de empleo y también para los sistemas políticos que han visto afectada su credibilidad y efectividad, es propósito que debe animar a toda la comunidad internacional.
@cdangond