Aproximadamente el 40% del territorio colombiano lo constituyen selvas y bosques, aún inexplorados, que contienen animales y plantas que hacen que Colombia sea el segundo país más biodiverso del mundo. La mayor parte de ese territorio lo forma la Amazonía. Otra parte la forman los páramos que nos proveen de agua en las zonas más pobladas del país. Por Amazonía entiendo, para los efectos de esta columna, también la Orinoquía y la confluencia de los grandes ríos orientales que van hacia el Orinoco y el Amazonas. Para saber a qué me refiero, recomiendo al lector un video que circula en redes sociales (Vimeo), escrito y dirigido por Bernardo Álvarez sobre Chiribiquete. Es bellísimo.
Esa Amazonía está amenazada o, para ser más realista, devastada por unos salvajes que la incendian y destruyen sus árboles y, por ende, su fauna y flora, para formar praderas para ganado, las que, por otra parte, están fácilmente disponibles y por pocos pesos en los llanos orientales. Otros lo hacen, lo que es aún peor, para sembrar coca, sabiendo que, gracias a la Corte Constitucional y legisladora y a unos cuantos políticos, no es posible fumigarla con glifosato. Otros para explotar ilegalmente la madera sin resembrar o para explotar minerales.
Dice el Ideam, que es la entidad encargada del monitoreo de los bosques, labor en la que cooperan el WWF y la ONU entre otros, que el país perdió, solamente en 2020, más de 170 mil hectáreas. Al ritmo actual, la revista británica Nature calcula que para el 2050 habrá desaparecido el 40% de la Amazonía, con un efecto catastrófico global. Desde 1970 unos 700.000 kms2 de la Amazonía, equivalente a más del 50% del territorio colombiano, han sido destruidos, la mayor parte en el Brasil.
En el caso colombiano están gravemente afectados los parques nacionales de Chiribiquete, Tinigua, La Macarena, las cordilleras de Los Picachos y La Paya y los municipios de San José del Guaviare y Calamar, entre otros.
Leo un reportaje reciente de este diario que se han creado 11 áreas protegidas con una cobertura de cerca de 10 millones de hectáreas, en los que se hacen acuerdos con las comunidades indígenas, que son los principales guardadores de la Pachamama, la madre tierra, en la que han vivido por centenares si no miles de años, para encargarlas de su cuidado.
Fórmulas se han propuesto muchas. Pero, en mi opinión, lo que se necesita es anticiparse a la deforestación. Y eso se logra solamente con vigilancia aérea satelital, si se puede contratar, o con drones de larga duración para detectar el momento en el que comienza la deforestación e impedir que continúe y sancionar con todo el rigor de la ley a los infractores. Veo una fotografía en la que, en medio de la selva, aparece un terreno deforestado. Ahí no hay comunidades indígenas ni autoridades que valgan. Solamente la detección y helicópteros para descender. Lo demás es literatura.
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Coda uno: Los ataques y amenazas a quienes están en campaña, como a Sergio Fajardo, es una táctica amedrentadora, como lo es tirar ladrillos al grupo de Foro de Madrid. Esa es, todos lo sabemos, una práctica de la izquierda, la misma que impidió que llevaran al hospital a la expresidenta Añez de Bolivia que lleva dos años como presa política.
Coda dos: El CD no debería impedir que sus afiliados voten por la coalición del Equipo por Colombia. Eso no afecta en absoluto la candidatura de Oscar Iván Zuluaga, que no es miembro de ninguna coalición. Yo voy a votar por Fico Gutiérrez. Mi esposa por Peñalosa.