Las cifras divulgadas la semana pasada sobre el crecimiento de la economía en 2023 (0.6%), son especialmente preocupantes cuando se desagregan. El crecimiento no fue negativo por el comportamiento del sector financiero, entretenimiento y burocracia. Pero los sectores cruciales como comercio, manufactura y construcción fueron negativos.
Desde hace ya varios meses se veía venir este lánguido resultado y con toda razón se ha venido reclamando un plan contra cíclico. Pero lo que se ve es que el gobierno se está quedando sin margen fiscal para enfrentar un vigoroso programa contra cíclico.
Según los últimos datos divulgados -aún sin emprender ningún programa de gasto público contra cíclico de envergadura- estamos en los límites (déficit fiscal y endeudamiento) para tener la certeza de que se va a poder cumplir con la regla fiscal en este año. Esta misma duda ya aparece en los pronunciamientos del Comité Autónomo de la Regla Fiscal.
El dilema inflación y tasas de interés sigue vigente
El Banco de la República ya ha iniciado una tímida política de bajar sus tasas de interés de referencia, pero esto lo seguirá haciendo probablemente con mucha cautela. No creo que vayamos a observar bajas estrepitosas en esas tasas pues, aunque la inflación ha empezado a ceder continúa muy alta y es, de hecho, una de las más elevadas de la región.
Pero aún si siguen bajando las tasas de interés es evidente que la economía no se va a reactivar a la velocidad que todos querríamos sin mayor confianza del sector privado. Y desafortunadamente esa confianza no aparece y, es más, se debilita cada vez más.
Las cifras sobre derrumbe de la formación bruta de capital en todas sus expresiones que divulgó el DANE, con una caída de más del 25% en el último año, son dicientes de este debilitamiento de la confianza inversionista del sector privado. Los motores de la inversión se están apagando y sin una buena inversión como proporción del PIB se ve comprometida la productividad futura y el mismo crecimiento económico.
Este es el mayor desafío de la política pública en Colombia: recuperar la confianza y tasas aceptables de inversión. Desafortunadamente la administración Petro no parece avanzar, ni casi interesarle este asunto.
Medidas atolondradas como fue la inconsulta congelación de los peajes el año pasado, que no le hizo cosquillas a la inflación y que sin embargo tuvo un costo fiscal de cerca de $1 billón, acarreó un primer oleaje de desconfianza del sector privado inversionista y muy especialmente en el sector de las concesiones.
Como si lo anterior fuera poco, el pantanero presupuestal en que innecesaria e ilegalmente metieron al país con unas partidas globales por cerca de $13 billones en el presupuesto del 2024, problema que solo vino a ser solucionado después de agónicas llamadas de atención del sector privado de que se estaba dejando en el aire una gran porción de la inversión pública en infraestructura apoyada en vigencias futuras, es otro factor que agrava la incertidumbre del sector privado en la seguridad jurídica para comprometerse en nuevas inversiones en especial en infraestructura.
Se reiniciaron los trabajos de la legislatura en la que se van a seguir impulsando las reformas llamadas sociales de la actual administración. Mucho me temo que estas reformas -que van a impulsar con fórceps y mermelada en la Cámara de Representantes- no salgan o si salen, terminarán cayéndose en el Senado o en la Corte Constitucional por la manera atropellada como están siendo tramitadas.
Vale la pena señalar el llamado de atención que reiteradamente viene haciendo el Comité Autónomo de la Regla Fiscal (CARF) que hasta el momento ha sido desoído por las autoridades fiscales, a saber: que los costos que puedan entrañar estas reformas NO han sido considerados en los documentos fiscales. Una advertencia similar consignó el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe del llamado artículo 4, cuyas conclusiones divulgaron la semana pasada.
Dicho en otras palabras: sin contabilizar el costo de las reformas ya estamos a límites para cumplir con la Regla Fiscal. ¿Qué sucederá cuando se incorporen a la proyección fiscal del país los costos de estas reformas?
Esto lo vendremos a saber en el marco fiscal de mediano plazo 2024, en el cual deben estar trabajando ya los equipos técnicos del ministerio de Hacienda y que debe ser presentado en menos de dos meses.
Cada vez las mayorías con que dice contar el gobierno lucen más frágiles. Se escuchan voces autorizadas reclamando que partidos como el Liberal y el Conservador se ubiquen formalmente en la oposición; y el desorden monumental que rodea la llamada “política de paz total” y la inseguridad que campea en todo el país urbano y rural crean un clima de malestar que obviamente se reflejará sobre los trámites legislativos que están en curso.
Lo anuncios improvisados siguen saliendo de la catarata de trinos gubernamentales.
Uno de los últimos-no el último- fue el de que el gobierno estaba preparando una contrarreforma tributaria a la que lideró el Dr. Ocampo para hacer precisamente lo contrario de lo que quedó consignado en la que se hizo: es decir, bajar las tasas de tributación de las empresas y subirlas fuertemente a las personas naturales con ingresos superiores a 10 salarios mínimos.
No creo que esta iniciativa, si algún día se llega a plasmar en un proyecto de ley, tenga futuro. Pero no creo que ni siquiera vaya a llegar al modo de proyecto de ley. Será un anuncio más, hecho al viento, desconcertando todavía más al sector privado colombiano y sin consecuencias prácticas diferentes a constatar que las políticas públicas no parecen estar diseñándose con la seriedad y el aplomo que requieren.
El Dr. Jorge Iván González (hoy ex jefe de Planeación Nacional) publicó un artículo de opinión en el que contó las razones por las cuales llegó a la conclusión de que su permanencia en el gobierno era imposible.
En lenguaje llano, lo que dijo el Dr. Jorge Iván es que su jefe, el presidente Petro, vive en una nebulosa de teorías que así tengan algún fundamento, la mayoría de ellas no tienen ninguna posibilidad de aterrizar en términos prácticos en la vida concreta del gobierno y de la administración pública. Por un lado van las teorías y por otro la dura realidad. El Dr. González concluye diciendo que ante esa situación llegó a la conclusión de que no tenía sentido continuar al frente de una entidad tan importante como el departamento de Planeación.
Ojalá que en los días venideros el presidente Petro baje de la lejana distancia de las teorías a la realidad concreta que requiere un buen gobierno con los pies sobre la tierra.