Cada día están pasando cosas, en todos lados, al mismo tiempo. Sin embargo, no siempre resulta fácil encontrar tema para una columna. Paradójica aridez que ofrece a veces la actualidad internacional, y obliga a quienes tienen por oficio comentarla a hacer curiosas maromas, a riesgo de caer en la tentación de acabar diciendo cualquier cosa, sólo para tener algo que decir. En otras ocasiones, en cambio, los temas sobreabundan y el problema es cuál elegir, a riesgo de pasar por alto alguno que a la postre resulte crucial para entender un mundo que -como dijo un historiador, hablando de otra época- se encuentra en estado de rápida fusión y transformación.
La semana pasada, por ejemplo, hubo de todo como como en botica.
Hubo una cumbre ruso-africana en San Petersburgo, convocada por Putin en un esfuerzo por romper un poco su aislamiento -ese que le impedirá apersonarse en otra cumbre, la de los BRICS, a fines de agosto-. Algo frustrante debió ser para el Kremlin la limitada concurrencia de jefes de Estado africanos (menos de la mitad de los que participaron en la cita anterior, hace cuatro años). Y aún más frustrante encontrarse con los reclamos africanos para que termine la guerra en Ucrania “sobre las bases de la justicia y la razón” -esa justicia que transgrede cualquier guerra de agresión- y para que acabe también “la interrupción en el suministro de energía y grano”, este último puesto en riesgo, precisamente, por recientes acciones diplomáticas y militares del Kremlin. Habrá que ver si Putin cumple (y cómo) las ofertas que ha hecho. Otro autogol de Rusia, que seguramente esperaba que el encuentro concluyera con menos compromisos a su cargo y más explícitos apoyos.
Hubo una gira de Macron por varios Estados de Indopacífico -que se ha convertido en foco de interés creciente para los principales jugadores geopolíticos- y aprovechó para advertir que en la región “están apareciendo nuevos imperialismos y una lógica de poder que amenaza la soberanía de numerosos Estados, los más pequeños, a menudo los más frágiles”.
Un lenguaje que llama la atención, entre otras cosas, por venir de quien viene, y porque hasta ahora ha sido prácticamente monopolio del discurso “antihegemónico” (eufemismo para antioccidental) de otros. Queda por ver cuál es la alternativa que París pueda efectivamente proponer a estas naciones, que son cada vez más conscientes de la relevancia inédita que recientemente han adquirido.
Hubo también un relevo con visos de purga en la cúspide de la diplomacia china; una reforma judicial en Israel cuyas consecuencias para la única democracia del Medio Oriente escapan a cualquier prognosis; una insólita audiencia sobre ovnis en el Congreso estadounidense; un golpe de Estado en Níger, contra el último presidente civil que quedaba en el Sahel (región clave en la lucha contra el islamismo, y en la que Rusia ha puesto sus ojos hace tiempo, grupo Wagner incluido); y hubo elecciones en España, con resultados que anticipan una saga de duración indefinida.
Una provisión, colección y surtido completo, muy variado de acontecimientos diversos, que ofrece generosa -quizá demasiado- la botica del mundo.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales