En estos últimos días pre y post pascuales, la actividad político-electoral parece estar decantándose de una manera natural y obvia. Los astros como que se van alineando a favor de la ética, la moral, la probidad y la dignidad humanas como elementos linterna que van perfilando el camino hacia una nueva civilidad en torno de Federico Gutiérrez, político honorable y transparente, que demostró ser un gran gerente de Medellín; y de manera concomitante, parece desvanecerse cada día que pasa la opción de extrema izquierda, con el descubrimiento de nuevos elementos fácticos y de factores objetivos y subjetivos que oscurecen y enturbian su panorama. Revelación de expedientes, señalamientos graves contra sus líderes en temas conductuales que barren con los valores de la moral cristiana y rayan con los linderos del código penal… la gente va comprendiendo, por fin, de qué material están hechos el rey, la reina y los alfiles de un Pacto que se vuelve Histórico por la maledicencia de sus protagonistas y la perversidad de sus pretensiones.
El efecto teflón que protegía a sus miembros parece estar desgastándose, por lo abrasivo de la mugre que rebosa las pailas contenedoras, que antes parecían cubiertas de acero inoxidable pero que hoy semejan ser vasijas de barro, de esas que se tornan porosas y deleznables con el peso irremediable de los acontecimientos que se van acumulando de manera atropellada y convierten la opción de la extrema izquierda en algo quimérico, con actores que parecen parados en arena movediza; más cuando van saliendo a la luz pública los ecos del sur, con países cooptados ahora por una izquierda que arrastra, primero, con la economía, como en Argentina, y en Chile, con la propiedad privada, lo que va espantando a su gente, mientras en Perú sigue la incertidumbre, pues el país está, literalmente, “encartado” con el peor presidente que se hayan podido encontrar en el monte -debajo de un sombrero- y creo que allí el intento izquierdista va a caer como un Castillo de naipes.
Pero nos preocupa enormemente y lamentamos lo que ocurre en Chile, hermoso país que alcancé a conocer una semana en funciones diplomáticas por las calendas del 86. Geografía de ensueño, engalanada por las nieves de los Andes, lleno de gente sencilla, amable, laboriosa, enamorada, libre, bohemia y soñadora, que debe estar de luto al ver como la democracia se les va como en vórtice…
Post-it. Con gran tino, mi hermano Luis Enrique se quejaba del exorbitante derroche de homenajes post mortem al trágicamente fallecido futbolista Freddy Rincón, frente al pálido y casi nulo homenaje que se le rindió a los humildes y abnegados policías y soldados de la Patria que en la misma época ofrendaron sus vidas en las calles, selvas y montañas, protegiéndonos a todos frente a la arremetida violenta de la insurgencia y del narcoterrorismo. ¿Acaso un minuto de silencio? Durante 8 largos días la prensa nacional nos tuvo aletargados y, sobre todo, en Santiago de Cali y alrededores la gente quedó paralizada, sólo había caras largas y lamentos por el goleador, hasta el culto a la Semana Santa y a Jesucristo se vieron opacados por el adiós al “nazareno” Rincón. ¿Será que es síntoma de alguna enfermedad colectiva, que estamos perdiendo el sentido de las proporciones?