Desglobalización | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Abril de 2022

La globalización ha muerto.  De ahora en adelante hablaremos de desglobalización, tan solo de interacción; de interacción entre bloques.

Un sistema que ya no será transnacional y “sin fronteras”, sino apenas entre bloques.  Bloques de poder e influencia.  Sobre todo, influencia.

La guerra de Ucrania no es la única causante del paso hacia lo que llamaremos ‘sistema interactivo’ interestatal. 

Pero, para ir aún más lejos, vale la pena plantearse dos interrogantes de fondo.

¿Estaría la Casa Blanca dispuesta a poner en riesgo a Los Ángeles, o Boston, para defender a Estocolmo y Helsinki, que no hacen parte de la OTAN?

Y, lo que es más, ¿Estaría la OTAN realmente dispuesta a poner en riesgo a Roma, Londres, Washington o Berlín, para enfrentar directamente a Putin en caso de que osara invadir a Vilna, Riga, o Tallin, que sí hacen parte de la OTAN?

Algo me dice que no, en ambos casos.  Y el Kremlin lo sabe.

En definitiva, lo que, transversalmente, explica el desmoronamiento de la globalización es la interpretación divergente que las partes enfrentadas han hecho del concepto fundamental de la “indivisibilidad” de la seguridad.

En efecto, la ‘seguridad indivisible’, como leit motiv del sistema internacional tras la Guerra Fría, sirvió como consuelo y amortiguador para aliviar el calentamiento global de la seguridad hasta cuando resultó imposible que cada parte lo siguiera interpretando a su manera.

A la postre, esta traumática ruptura interpretativa ha desembocado en lo que subyace a la Declaración Conjunta entre Rusia y China firmada el mismo día de la inauguración de los juegos olímpicos invernales, el 4 de febrero del 2022, sobre las Relaciones Internacionales Entrando en Una Nueva Era.

En todo caso, algo muy distinto a lo que se vivió con el COMECON, ese Consejo de Ayuda Mutua Económica liderado por la URSS y que M. Duverger dibujó con tanto acierto en su texto sobre “Los Naranjos del Lago Balatón”.

Muy distinto porque, ahora, un coloso como China conforma esa asociación (que no alianza), es coautor de ese bloque estratégico (autocrático, totalitario) cuya esencia es contraponerse al bloque liberal occidental y sus libertades públicas e individuales.

Empezando por lo energético: cada país buscará en sus esferas geográficas de influencia, y con afán inusitado, fuentes de energía que pagará con creces y sin escrúpulo alguno.

Alianzas muy frágiles, recelos, diplomacias pendulares y apopléticas, sobre todo cuando un bloque como el liberal, liderado por la Alianza Atlántica (léase, la Casa Blanca) cede espacios, con pasmosa lasitud en Afganistán, en la propia Ucrania, en América Latina (donde se reivindica y legitima a las dictaduras del Caribe tan solo para concertar acuerdos petroleros).

Y si algún denominador común tendrá esta nueva fase “interactiva” de la historia (que ya no “globalizadora”), ese común denominador no será otro que la desconfianza mutua asegurada.

Desconfianza absoluta: generalizada, establecida, garantizada. 

vicentetorrijos.com