La primera campanada sobre los males del planeta la dio el informe de Bárbara Ward y René Dubos a las Naciones Unidas en 1972, más conocido como el bestseller: Una Sola Tierra. En el mismo año el Club de Roma publicó Los Límites del Crecimiento, documento de expertos coordinados por la científica ambiental Donella Meadows. Los jefes de Estado del mundo anunciaban con repique que los habían leído y que se ocuparían de adoptar las políticas de desarrollo correspondientes. Se empezaba a tomar conciencia de la necesidad de tratar con especial cuidado el planeta o podía colapsar la gran casa de la raza humana.
Desde la conferencia Mundial sobre el clima (1979), pasando por el Protocolo de Kyoto (1997) y el Acuerdo de París (2016), se han logrado avances en la lucha contra el cambio climático. Hay esperanza en la capacidad de superar tamaña amenaza. Un ejemplo es la recuperación de la capa de ozono.
Así llegamos a la COP26, calificada por la mayoría de expertos como un fracaso monumental. El propio anfitrión y primer ministro de Inglaterra, Boris Johnson, expresó su frustración. Sin embargo, el solo acuerdo entre Estados Unidos y China, firmado en Glasgow, constituye un éxito. “Los dos mayores emisores de dióxidos de carbono del mundo” se comprometieron a intensificar su cooperación en la materia, a reducir las emisiones de metano y a la descarbonización. Les va a quedar cuesta arriba a los imperios incumplir los compromisos. La fuerza de la opinión pública se acrecienta cada día.
Aunque inquieta que las potencias no llegaran a consensos para limitar a 1.5°C la temperatura planetaria, es evidente el interés en la tarea común contra el cambio climático. Los estragos que están sufriendo los pueblos son inmensos, pero nadie los está ignorando. En efecto, por más insuficientes que sean las medidas preventivas, avanza la tecnología para mitigar las catástrofes.
Ese acuerdo sobre el clima fue el paso previo al encuentro virtual entre los máximos dirigentes de las dos potencias, que tuvo lugar el 16 de este mes de noviembre de 2021. Cuando parecía que el mundo regresaba a los días grises de la guerra fría, Joe Biden y Xi Jinping conversaron más de tres horas sobre temas tan candentes como Taiwán y los derechos humanos. También, sobre el respeto a los sistemas de gobierno tan distintos que los rigen.
Convivir en la diferencia y cooperar para que haya paz y progreso en el mundo, puede ser el resumen de ese diálogo trascendental. Un poco de utopía: enfrentar el cambio climático y la respuesta científica a la pandemia del covid-19 allana el camino hacia la ciudadanía universal que hace años postularan los europeos. Biden, debilitado aun por la improvisada salida de Afganistán, pero con el plan de infraestructura ya aprobado, respuesta a la nueva ruta de la seda, habló como el vocero del Occidente libre. Xi Jinping, anclado en el poder, como no se veía desde los tiempos de Mao, habló como el vocero del crecimiento con pragmatismo. ¡Milenios de historia frente a la corta historia del Nuevo Mundo! Por ahora, están obligados a “surcar los mares del planeta sin chocarse” y a oír las señales de S.O.S. que envían los pasos del hombre sobre la tierra. Recordemos que Ward llamaba a salvar “al más importante y contaminado recurso natural que es el hombre mismo”