DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 23 de Noviembre de 2012

Retiro de Emaús

 

Cada vez es mayor el número de personas que quiere detenerse. Hacer un alto en el camino. No tener que pensar, actuar, ni interactuar con nadie. Sueñan con un rincón imaginario donde nadie les pida cuentas, ni tengan que rendirlas. Un sitio donde se pueda permanecer desnudo de máscaras sociales, intelectuales o profesionales. Un regazo donde se pueda permanecer acurrucado como en la más temprana infancia. Sin ver ni oír nada sobre el mundo exterior. Un lugar donde te acepten como eres. Con luces, sombras y oscuridades. Un espacio para escucharse a si mismo, después de silenciar el ruido interior y donde sea posible reencontrarse con la propia esencia. Ese lugar existe, nadie te controla, no tienes que hablar, sólo dejarte abrazar y ser dócil para recibir.

Llegas sin equipaje, sin tecnología, sin control del tiempo.  Entras con el peso inmenso de tus dolores, tu sicología, la incredulidad, el escepticismo y en algunos casos el hastío. Lo más difícil de abandonar en la puerta es el ego. Te previenes sobre adoctrinamiento, sectas y fanatismo religioso, te prometes a ti mismo ser el guardián de tu castillo interior amurallado. Nadie, absolutamente nadie, lo va a poder escalar.

Es un retiro espiritual que se llama Emaús. Lo trajo a Colombia, hace 7 años, Paula López Espinosa, y ahora le pertenece a miles de hombres y mujeres que lo vivieron y ahora caminan juntos, despiertos e identificando en el compañero de camino, a Quien lo habita.

Todo lo que sucede al interior del encuentro es confidencial, pero lo que sucede contigo, cuando sales, se contagia, es como un incendio que se propaga.

Una de las mejores lecciones que se aprende es el poco valor que tienen los juicios a priori sobre las personas y las situaciones que descalificas, precisamente porque  las desconoces.

Por ejemplo, siempre me pregunté sobre la inutilidad de los conventos de clausura, el auto-aislamiento ocioso de la realidad. Pensaba que todas esas manos serían más útiles al servicio de los pobres. Hace poco tuve la oportunidad de compartir, en Sevilla, con doce monjas de clausura, carmelitas. Me llevé la sorpresa de mi vida. Poseen más capacidad de análisis que el más estricto de los intelectuales. No hay tema vedado para sus reflexiones, se reconocen plenamente libres y organizan su tiempo para estudiar, trabajar, orar y pensar. Su oración de intercesión es efectivísima. Son lúcidas en la tierra, pero con la mirada puesta en la trascendencia.

En estos días, donde voces tan calificadas del Gobierno y de los victimarios han menospreciado la presencia de las víctimas en el proceso de paz, y se niegan a escuchar cuando las víctimas aseguran que nadie les ha pedido perdón, pero que están dispuestas a perdonar, valdría la pena atreverse a proponerles hacer los retiros de Emaús, para víctimas y victimarios, para que en Colombia todos volvamos a ser compañeros de camino. Para que la paz nazca de nuestras entrañas de colombianos y no como producto de la agenda internacional. En este caso, sí  tendría pleno sentido la confidencialidad.