Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 24 de Abril de 2015

OLEADA DE INDIGNACIÓN

Un desperdicio colosal

La muerte de los soldados acribillados en Timba, en el departamento del Cauca, despertó una oleada de indignación sin paralelo en nuestra historia reciente. Detonó sentimientos acumulados durante esta interminable prolongación del conflicto interno.

Pero en cambio de  fortalecer esa reacción se está convirtiendo en un motivo de  lucha política entre Gobierno y oposición, como si uno y otra no tuvieran en la guerrilla un adversario común.

¿Qué se hizo la empatía ente los gobernantes y los ciudadanos? Porque lo menos que puede exigírseles a los gobernantes en  un sistema democrático es que escuchen al  pueblo que  los elige para conducirlo. En eso, al fin y al cabo, consiste la democracia. Lo demás son rifirrafes de menor cuantía.

Porque si la gente se cansa de esperar que la escuchen, la brecha entre gobernantes y gobernados se hace insuperable y esa desconexión pasa a ser un problema nuevo, como sino tuviéramos ya un cúmulo de dificultades que nos acosan por todos lados.

Una palabra, una sola,  habría bastado para que el país entero encauzara esas energías en una verdadera cruzada por la paz.  Las guerrillas entenderían que los actos de barbarie  los alejan cada vez más del respaldo popular. Comprenderían que no pueden seguir negociando ventajas en La Habana y disparando en Colombia. 

Mao Tse Tung decía que la guerrilla debía  moverse en la sociedad como pez en el agua. Y tenía toda la razón. La reacción popular de estos días muestra, con elocuencia imposible de ocultar, que las aguas colombianas le son abiertamente desfavorables. Lo demuestra hasta la saciedad la reacción de estos días. Dejarla apagarse sin encauzarla sería un desperdicio colosal. Y convertirla en instrumento contundente contra la oposición resultaría aún peor.

La falta de empatía del presidente Santos empieza a causar estragos en la orientación de la opinión pública. Atribuir los síntomas, como abucheos y rechiflas, a una estrategia de la oposición contra la paz, solo consigue que los sectores  justamente indignados por la sangre derramada, sigan  el camino que no habían tomado antes. Es decir, se politicen. Y es factible que el presidente Santos no tenga esa empatía con el alma de los colombianos, para  diferenciar  la instrumentalización política y el sentimiento de indignación que clama al cielo porque las Farc no derramen una gota más de sangre, y menos en tregua. Pero lo realmente imperdonable es que no tenga quien se lo diga. Para eso están los asesores.

La obligación como gobernante es unir. Todos somos parte del mismo país que anhela la paz, pero no la rendición.

Justamente ese sentimiento espontáneo de indignación ciudadana le habría sido útil para hacerles entender  a las Farc, que el país no da más. Ni va a tolerar la impunidad total, ni mucho menos el profundo desprecio por el valor de la  vida humana. Si se hubiera puesto al frente de la indignación, del lado de los abucheos a las Farc, del lado de los colombianos que lloramos a otros colombianos, con seguridad recuperaría el liderazgo perdido y sacaría a Colombia de ese sentimiento de orfandad. La falta de empatía del Gobierno con el país y la insistencia en la polarización, lo único que fortalece, y de manera gratuita, es precisamente a la oposición.