DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 31 de Enero de 2014

La campaña sucia

 

“El peligro de la virulencia verbal en un país exaltado”

¡Lo que faltaba! Ahora a la política enturbiada por la corrupción que todos denuncian y al descrédito de la actividad pública se agrega una campaña electoral del peor estilo.

Se supone que las campañas preelectorales se hacen para  informar a la opinión pública unos programas que respondan a las necesidades colectivas, y presentar a las personas más capaces para llevarlos a la práctica. Pero hemos llegado a tal extremo que  mencionar ideas, propuestas, programas y calidades personales suena de una ingenuidad dolorosa en medio del ambiente  que rodeará la elección de quienes nos gobernarán y legislarán en los próximos años.

Se impone la propaganda negra. Los aspirantes no tratan de demostrar que son los mejores, sino de probar que los competidores son pésimos. No es una competencia por mostrar las virtudes propias, sino un afán desaforado por        denigrar a  los demás. El mensaje no es “vote por mí, que seré un buen representante suyo en el Congreso”, sino “vote por mí que los otros son más malos”. Y el país va amargándose con las dosis de ese descrédito generalizado y terminará creyendo lo que le dicen esas oleadas de publicidad negativa: que  es malo todo lo que ocurre en ese ya desconceptuado mundo de la política.

En estas primeras movidas de la campaña electoral se recitan unas promesas en las que nadie cree y abundan los ataques que  grandes mayorías terminarán creyendo.

Así la competencia electoral deja de ser una presentación de opciones para que los ciudadanos escojan y se convierte en una lucha libre de todo vale, agarre como pueda, sin reglas, sin árbitro imparcial, una especie de esos desafíos “máscara contra pelo” que enardecen a los públicos sedientos de violencia.

Los protagonistas de este espectáculo, que comienza a generalizarse, no caen en cuenta del peligro que representa la virulencia verbal en un país con los ánimos todavía exaltados por medio siglo de enfrentamientos. De las palabras se pasa pronto a los hechos. Del choque verbal al físico. Por lo pronto ya se saltó de las disputas cada vez más amargas a los tomates. ¿Cuál es el paso siguiente? ¿Cómo serán las respuestas a los comerciales políticos dedicados a degradar a los demás? 

Si algo logra la propaganda negra será envenenar el ambiente electoral y ahondar el descrédito de unas instituciones ya bien golpeadas por sus propias equivocaciones y los errores ostensibles de algunos de sus miembros. El bombardeo de mensajes  denigrantes  ofende a una opinión pública que espera buenos ejemplos de gobernantes y legisladores.  Menosprecia a los ciudadanos comunes y corrientes al decirles que los considera de tan baja calidad que por eso apela a los recursos de peor nivel. Los insulta al suministrarles basura como motivador electoral.

¿Cómo puede salir un buen Congreso elegido en una campaña sucia?

A un pueblo que aspira a salir de una violencia de medio siglo no se le puede envenenar más el alma.