Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Enero de 2015

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

Por su frutos los conoceréis

 

Cuando   el coronel Hugo Chávez Frías quedó libre, después de una breve estadía en la cárcel al fracasar el golpe de Estado que intentó  contra Carlos Andrés Pérez, sus amigos colombianos lo invitaron a  nuestro país y, como visita obligada, lo llevaron al Puente de Boyacá, como parte de la campaña de identificación con  el Libertador Simón Bolívar. Desde entones nos notificaron que habían reclutado al prócer  para militar en la primera fila de lo que, en breve, comenzó a llamarse Socialismo del siglo XXI.

Nacía entonces un nuevo movimiento de proyecciones continentales, al cual llevaron a la fuerza la memoria de nuestro Libertador, atribuyéndole cuantas posturas políticas se les ocurría a los socialistas bautizados como la esperanza de este siglo. Y allí cayeron también otros mandatarios de los alrededores, para formar un bloque revolucionario americano, aglutinado con las banderas que tejía el coronel en sus discursos y pegado con petróleo bajo la inspiración castrista.

Con el nombre del Socialismo del Siglo XXI empezó la petropolítica en el continente. Abundaban los subsidios a otras naciones, que correspondían expresando su adhesión ideológica. La generosidad sin límites garantizaba el auge del nuevo socialismo. El de los siglos pasados fracasó. Pero el nuevo venía con el ingrediente petrolero, que le infundía nuevos recursos y unas financiaciones halagüeñas.

Mientras tanto, nosotros pasábamos malos ratos y hacíamos malabares para impedir que las simpatías de nuestros vecinos con las guerrillas colombianas tuvieran efectos desastrosos. Temas como las persecuciones en caliente, el amparo a combatientes que se refugiaban más allá de nuestra extensa frontera, la permanente disposición a intervenir en nuestras crisis, una que otra amenaza de enviar a las líneas limítrofes varias divisiones del Ejército venezolano y los anuncios de compras de armamento que incluían cohetes de alcance medio, complicaron nuestra política de buena vecindad.

Nuestros socialistas del siglo veintiuno no cabían de la dicha y repetían que la historia nos estaba dejando atrás, por no sumarnos a la exitosa expansión que  lograría los milagros que sus antecesores no habían podido consolidar en los siglos anteriores.

¿Cómo negarse a reconocer el fenómeno creciente que llegaba con instituciones nuevas como Unasur y divulgación propia como Telesur para anunciar un nuevo orden internacional americano?

Pero el precio del petróleo bajó y la desastrosa gestión económica de Chávez y de su sucesor convirtieron a  Venezuela en un país angustiado por una inflación galopante, un producto interno decreciente y una escasez   de artículos de primera necesidad realmente dramática.

La crisis económica empeora hasta extremos nunca antes conocidos en ese país, cuyos habitantes se preguntan hoy qué pasó con la bonanza, cómo se empleó el torrente de divisas que entró durante años y años, cómo seguirán financiándose los organismos creados artificialmente, cuánto costará la recuperación y cuándo empezará. Lo que es evidente es el empecinamiento en los errores.

Aunque sigan las invocaciones a Bolívar es claro que el pensamiento del Libertador nada tiene que ver con la crisis. Los que se presentaban como esperanza del siglo XXI no tienen como escapar de la responsabilidad del empobrecimiento masivo. Por sus frutos los conoceréis.