Un viejo axioma estratégico que no pasa de moda. La frase viene de los griegos y la práctica la toman los romanos para controlar su imperio y evitar que en las provincias conquistadas se unieran. El emperador Julio César pudo conquistar Las Galias gracias a esa estrategia política. Nicolás de Maquiavelo la promovió en su obra “El Príncipe”, sirviéndole a los reyes franceses para mantener su hegemonía, también fue utilizada por Napoleón para controlar a sus enemigos y en los últimos siglos el imperio colonial británico la usó en las indias orientales, con lo cual podían mantener sus colonias dividiendo las diferentes tribus.
Pero en épocas actuales en nuestro continente se ha utilizado exitosamente, me refiero a países como Venezuela por el dictador Hugo Chávez, quien hábilmente logro dividir a la oposición de los partidos democráticos, lo cual permitió el afianzamiento de su dictadura, modelo seguido por su sucesor Nicolás Maduro, pero éste torpemente permitió que la oposición se uniera, derrotándolo en las pasadas elecciones. En Chile los partidos de derecha y centro no se unieron, permitiendo la llegada de Gabriel Boric al poder, están pagando el error.
Pero el caso más claro nos ha sucedido en Colombia donde se ha elegido en dos oportunidades al peor gobernante de la historia de este país, Gustavo Petro. La primera como alcalde de Bogotá, un gobierno desastroso y corrupto; y la segunda la que el país está viviendo actualmente. En ambas los partidos y candidatos explosionaron, mientras Petro rodaba solo y fue así que cuyos triunfos se dieron por tener un candidato unificado.
Para 2026 se presagia que va a suceder lo mismo, pues no se observa unión entre los partidos opositores a Petro en materia de candidatura presidencial, mientras éste con su cauda electoral, presupuesto del Estado y una hábil estrategia, está controlando los organismos del poder público como Contraloría, Fiscalía, Defensoría del Pueblo y ahora la Procuraduría; igualmente la Registraduría y gran parte de las cortes de justicia; y qué decir de las fuerzas armadas, a las tiene amordazadas a su poder.
Ahora bien, el Congreso baila la guabina, de un lado para allá y de otro para acá, hábilmente el ministro del Interior sabe manejar a los parlamentarios, alineando a unos con jugosas ofertas y a otros que le juegan a conveniencia. Pero existen unos cuantos congresistas que mantienen una firme oposición, lo cual los perfila como posibles candidatos. También hay líderes gremiales que son mencionados, outsiders como el empresario que ya anunció su candidatura, también una célebre e influyente periodista y otras figuras públicas que asoman.
Desde luego entre estos probables candidatos hay serios y buenos prospectos, pero suman más de veinte, lo que alimenta la regla estratégica de “divide y reinarás”, mientras Petro no tiene más de tres posibles precandidatos suyos y bajo su voz quedará muy pronto uno solo, que contará con todo el respaldo de sus fieles seguidores, del dinero extraído de la corrupción estatal y de los ilícitos, así como de los algunos parlamentarios y posiblemente partidos de oposición que se dejen comprar, de tal manera que podría ser que para el cuatrienio 2026-2030, continuemos con este modelo de gobierno nefasto, teniendo a Petro apoderado del país como soberano detrás del poder por cuatro años y que ahí si logren hacer los cambios constitucionales, para que este sujeto en 2030 retorne al poder henchido de gloria y nos convirtamos en un modelo ampliado al de Venezuela, pero en esta oportunidad más pulido y más sólido.
Si el país democrático no es consciente del peligro que se corre y no se une desde ahora en torno a un solo candidato, sea hombre o mujer, pasaremos gran parte del presente siglo en manos de un sistema oprobioso que nos llevará a la miseria. No olviden que Petro juega a “divide y reinarás”. Es estrategia inteligente y efectiva.