Prácticamente todos los indicadores de la economía están dando señales de alarma. Las cosas no van bien. Y ni siquiera el más optimista podría negarlo: el crecimiento disminuido, la inflación que no cede, las exportaciones que no levantan cabeza, la inversión igualmente, el gasto de los hogares que fue el motor que dinamizó la economía después de la pandemia se ha pasmado, y hasta el empleo ha comenzado a desfallecer.
Se impondría en consecuencia -y con urgencia- un ambicioso programa contra cíclico de gasto público que ayudara a recomponer la tendencia que muestran todos los tableros de control de la economía. Es la responsabilidad de cualquier gobernante en estas circunstancias.
Sin embargo, nada se está haciendo por parte del gobierno Petro. Pasan y pasan los días y a pesar de la necesidad imperiosa de poner en marcha una ambiciosa política contra cíclica, como la reclaman los hechos y como la piden tirios y troyanos, nada se está haciendo. El gobierno se limita a pelearse con todo el mundo y a increpar al banco de la república por no bajar las tasas de interés. Pero de ahí no pasa.
¿Por qué está sucediendo todo esto? ¿Por qué esta abulia o esta parálisis del gobierno Petro para echar a andar la política contra cíclica que se necesita con apremio? La pregunta es evidente pero la respuesta no lo es.
Me permito formular una hipótesis de porqué está sucediendo todo esto: la situación fiscal está mucho más deteriorada de lo que se ha revelado, por lo cual el margen fiscal para poner a andar una ambiciosa política de gasto público que contrarreste el ciclo descendente de la actividad económica es inexistente.
Agreguémosle a esto el ADN del talante camorrero de Petro que cree que pelearse con todo el mundo, todos los días, sobre todo, y maltratar permanentemente al sector privado, es receta suficiente para que las cosas se arreglen.
Hay dos sectores que serían candidatos ideales para apuntalar una ambiciosa política contra cíclica: la construcción de vivienda (sobre todo de VIS) y las obras públicas. Sobre ninguna de las dos se está haciendo nada.
En vivienda, que podría ser impulsor privilegiado de la economía pues jalona muchos otros sectores que son parte de cualquier vivienda (vidrio, cemento, acero, cerámica, madera, etc.) la indiferencia del gobierno es pasmosa.
Los franceses dicen algo sabio que el gobierno no parece compartir: “cuando la construcción va bien todo va bien; cuando va mal todo va mal”.
Las cifras de la industria de la construcción son desoladoras: caída en ventas del 48% en el último año, retraimiento de la inversión en vivienda de $ 17 billones, aumento de los desistimientos de 30.000 unidades sobre todo en el segmento de VIS, ejecución a la fecha del ministerio responsable de movilizar los subsidios del 35%. Total: parálisis completa en un campo que debería ser terreno privilegiado para echar a andar una contundente política contra cíclica.
Y en materia de obras públicas las cosas van aún peor. Me limito a citar los contundentes conceptos que dio Bruce Mac Master en magnifica entrevista con Yamid Amat en El Tiempo del 12 de noviembre: “No hay un solo proyecto nuevo de concesiones viales durante este gobierno. Ni uno. Ni de aeropuertos, ni de puertos, ni concesiones viales, ni carreteras, ni viaductos. No ha habido ni un proyecto, ni uno, en este gobierno”.
Por todo esto es que no hay ni asomos de una política de gasto contra cíclico que sería indispensable para contrarrestar la caída que traemos hacia el desfallecimiento económico.
Posdata: “El anuncio del Presidente Petro de que se dispone a romper la regla fiscal reviste inmensa gravedad. Contradicen lo que habían anunciado el exministro Ocampo y el actual ministro de Hacienda, Bonilla, de que cumplirían puntillosamente las normas de prudencia financiera. Pero, además, es un pésimo mensaje a los mercados que verán en este anuncio una muestra de improvisación y de poco interés del gobierno en la sostenibilidad financiera. Pagaremos muy caro esta ligereza presidencial.