EDMUNDO LÓPEZ GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Enero de 2014

El gran deseo: la paz

 

Pasamos del año viejo al nuevo con un único deseo: que salga adelante el proceso de paz que se está elaborando en La Habana entre el Gobierno y la Farc para poner fin a un largo período de frustraciones, acumuladas durante estos últimos 50 años.
Ese anhelo, por supuesto, no se circunscribe a que sólo se registre una dejación de armas, sino a que se convierta en plataforma para diseñar y organizar un nuevo país, libre de los privilegios y las prácticas antidemocráticas  que nos han llevado a ser una de las naciones más desiguales del mundo.

De esa Colombia mal orientada, porque ha sido mal dirigida, se encargó de enjuiciarla recientemente el escritor William Ospina en su libro “Pa que se acabe la vaina” a través  de un examen sincero y valiente de nuestra realidad.
No tendremos, por desgracia un nuevo Congreso (el que elegiremos en marzo) que recoja el estado de indignación nacional, porque el sistema electoral que se aplicara, especialmente en la integración del Senado, no podrá darnos legisladores representativos de las esperanzas de los colombianos, pues el voto que los llevara al Parlamento no surgirá de la espontánea y limpia voluntad de los electores, sino de la  compra y venta del sufragio, penetrado por la corrupción a  través de la malhadada circunscripción  nacional que nos legaron los constituyentes de 1991.
Sólo podemos esperar que las elecciones presidenciales, donde el voto de opinión se manifiesta siempre con mayor fuerza que el voto de los corruptos, correspondan al nuevo diseño del país que queremos, abierto a la confrontación ideológica y comprometido con la paz en su esencia. Esto es en la oportunidad de que por medio de ella se realicen las reformas que permitan reestructurar un desarrollo con sentido social profundo y no con criterio utilitarista, ese  que el propio papa Francisco  está condenando desde el púlpito de la Santa Sede.

Con todo, será necesario crear conciencia nacional sobre la necesidad de poner en marcha el cambio deseado.  He ahí el reto para la nueva dirigencia política que surgirá seguramente como producto del pacto de paz que, según noticias presidenciales, se firmará pronto en La Habana.
Para garantía, el posconflicto no deberá ser manejado por la dirigencia del país corrupto que repudiamos.
No sabemos cómo debe prevenirse para que ello no suceda y haya una paz sostenible sobre la que se edifique  nuestro futuro.