Cambio de planes
En ocasiones los planes que tenemos previstos se desbaratan. Ello, que es una prueba más de la incertidumbre presente todos los días de la vida, nos plantea la posibilidad de ser como la guadua, que aunque arraigada fuertemente en la tierra, se puede hacer flexible ante los embates del viento y el agua. Cambiar los planes puede no ser muy agradable, más cuando hemos hecho los preparativos necesarios para determinado propósito, pero sin duda es un suceso a partir del cual podemos generar grandes aprendizajes.
Cuando perdemos un avión no es necesariamente porque nos vamos a salvar de un accidente, lo que ciertamente ha ocurrido. Al llegar al counter de una aerolínea para que nos informen que el vuelo en el que teníamos una reserva ya está cerrado, se abre el mundo de todas las posibilidades: podemos aceptar serenamente que fue nuestra responsabilidad, que la aerolínea ni sus colaboradores tienen que ver en ello; si aceptamos de buena gana lo ocurrido, puede que hasta no nos cobren la penalidad por viajar en el vuelo siguiente. Si no aceptamos que la vida nos está planteando un cambio, es probable que pasemos un mal rato, y que de paso se lo hagamos pasar a otra persona.
Nos podemos lamentar, enfurecer, auto-incriminar, culpar a otros -en dos palabras, hacer pataleta- y puede que hasta logremos que nos dejen subir al avión, pero nos perdimos el aprendizaje que la vida tenía para nosotros ese día, que pudo haber sido de paciencia, respeto por el otro, tolerancia e incluso de alegría al estar un poco más de tiempo con algún ser querido. Había un plan más grande para nosotros, introducido por el destino. Como no podemos, por más que queramos, incidir en todas las variables que afectan nuestras vidas, el destino se presenta como un recordatorio de que existen dimensiones más allá de lo evidente que producen transformaciones en nuestras vidas.
Lo interesante es que podemos darle la vuelta al destino. Si desde nuestra voluntad hacemos que un hecho molesto e incómodo se torne en uno de comprensión y aceptación habremos alineado al destino con el amor. Si desde nuestra voluntad logramos que un repentino cambio en los planes juegue a nuestro favor, reconoceremos que en últimas somos nosotros los responsables de nuestras emociones y de nuestras acciones, lo que constituye un aprendizaje fundamental para la convivencia.
Es posible que en la semana que terminó usted haya atravesado un cambio de planes. ¿Se molestó? ¿Lo tomó con calma? ¿Fluyó con lo que había o luchó contra lo imprevisto? Una cita no cumplida, un obstáculo en su trabajo, una discusión con su pareja, pueden ser una puerta abierta al devenir de la consciencia.