Eduardo Vargas Montenegro | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Julio de 2015

“No siempre transitamos caminos más propicios”

ESENCIA

Huecos perpetuados

 

SALVO  que tengamos un profundo caos en nuestros sentipensamientos, los seres humanos vamos buscando por la vida condiciones de mayor bienestar. Sin embargo, no siempre transitamos los caminos más propicios para ello y elegimos inconscientemente -aunque a veces no tanto- los que mayores obstáculos presentan. Sí, la vida está llena de caídas y ningún ser humano, exento de ellas. Pero es frecuente que volvamos a caer en el mismo hueco o no queramos salir de él. Ello ocurre porque aún no hemos hecho el aprendizaje que conlleva cada caída, lo cual es motivo de reflexión más que de culpa o reproche: ¿qué falta por integrar, asumir o aceptar, por aprender? La dificultad que veo con mayor frecuencia es la de cerrar una pareja que ya no funciona. Sucede debido a varios condicionantes internos y externos que se retroalimentan unos a otros. Creer que el matrimonio es para toda la vida es uno de ellos; la culpa asociada a la noción de pecado, otro; el miedo a no encontrar de nuevo el amor, uno más. Esas son ideas, y se pueden cambiar.

Tal vez una de las frases de cliché que más se usan o que se teme escuchar es que “como yo nadie te amará”. ¡Obvio! Cada quien ama de formas distintas, de acuerdo con los aprendizajes que ya haya hecho. Quien no ha aprendido aún a tener confianza en sí mismo -y por ende en su pareja- se relaciona desde la posesividad y celos. Quien ya aprendió ama desde la libertad. Son los dos extremos de un continuo lleno de grises. El miedo a que no nos amen como nos han amado o a no amar como ya lo hemos hecho nos ancla en relaciones que ya no son armónicas y que no soltamos por miedo. Seguimos equivocándonos al insistir en relaciones marchitas, que cumplieron su ciclo, cuando podemos asumir que estamos completos sin esa pareja y aceptar que es historia cerrada.

Seguimos tropezando con las mismas piedras cuando continuamos en un trabajo que sabemos nos enferma y no renunciamos por falta de confianza en la vida. Seguimos en el mismo hueco cuando insistimos en un negocio que no produce, el cual no cerramos por miedo al qué dirán o al fracaso.  Persistimos hundidos cuando hacemos caso a la frase absurda de “para atrás ni para coger impulso”, sabiendo que justamente lo que necesitamos es retroceder para enmendar.  Orgullo, miedo y arrogancia son obstáculos para iniciar otro camino. Tenemos derecho al error, al fracaso: son parte de la vida. Pero seguimos aferrados a lo que no sirve, sobreviviendo, cuando podemos vivir.