EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Noviembre de 2012

Escuchar el alma

 

Nos  puede pasar, con mucha más frecuencia de la que quisiéramos, que no nos escuchamos a nosotros mismos. Resulta que escucharse no es tan sencillo y no siempre estamos enseñados a ello. Por el contrario, lo que se promueve generalmente es escuchar principalmente el afuera, la cantidad de voces externas que nos dicen qué usar, qué comer, qué tener e incluso qué ser. Cuando finalmente hacemos el esfuerzo de escucharnos a nosotros mismos, la mente -esa que básicamente piensa lo que se le antoja- nos puede jugar malas pasadas. Sí, eso de escucharse a sí mismo es un verdadero rollo.

Escuchamos lo que queremos escuchar, eso que creemos que nos conviene. O evadimos la auto-escucha por el miedo a encontrar sentimientos que no quisiésemos enfrentar al destapar la caja de Pandora emocional.

Con todas estas opciones es posible encontrarse durante el aprendizaje de la vida, en el que estamos todos y del que aún no nos hemos graduado, por más grandes que seamos o nos creamos. Mientras estemos vivos, seguimos siendo aprendices. 

Nos puede dar miedo escucharnos: al fin y al cabo la conexión con la esencia, por más que esté débil nunca se corta, y nuestro ser esencial siempre nos manda señales para que nos conectemos. Por ello, puede dar temor escuchar esa voz interior que nos plantea alejarnos de lo que nos gusta o renunciar a algo que nos genera placer temporal, como una relación de pareja que en el fondo sabemos no va para ningún lado, o un trabajo en el que no nos sentimos totalmente a gusto, o una adicción que sabemos nos hace daño. Todo eso nos lo puede soplar al oído el Pepe Grillo que todos llevamos dentro… y claro, ese grillito nos puede incomodar, aunque en realidad nos esté impulsando a cumplir con nuestra misión existencial.

En efecto, nos puede dar miedo escuchar el alma, pues nos confronta con nuestra realidad, esa que nos resistimos a cambiar. Con frecuencia escucho la frase “es que yo soy así”, una excusa que en el fondo esconde el temor de asumir la esencia que somos. Lo que vemos de nosotros día a día, la necesaria máscara del ego, a la vez oculta y deja ver la esencia. Y no siempre estamos listos para conectarnos con esa esencia de una vez por todas, pues ello implica avanzar por un camino de consciencia que ya no tiene reversa. Y eso puede asustar.

Cuando decidimos indagar verdaderamente quiénes somos, la voz interior, la del alma, ya no se calla más y se escucha fuerte. Siempre será oportuno escuchar al alma, así hayan pasado años de mutismo o indiferencia. El alma siempre se manifiesta desde el amor.