EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 30 de Octubre de 2011

A dar la vuelta

La  democracia no será el más perfecto de los sistemas de gobierno, pero es el que tenemos. En la de hoy, como en casi todas las elecciones recientes, hay todo tipo de personas aspirando a ser elegidas: desde las que verdaderamente tienen vocación de servicio a través del ejercicio de lo público y consciencia sobre lo sagrado de los recursos que nos pertenecen a todos, hasta quienes pertenecen a fuerzas ilegales y que ven la política como el escenario perfecto para el robo y la impunidad.  
Entre estos opuestos hay una gran variedad de personajes, que ven en los cargos de elección popular la solución a sus problemas personales: quien busca un escampadero al desempleo; quien necesita el poder para sentir que vale; quien ve en los contratos del Estado un suculento manjar; quien quiere seguir disponiendo de los presupuestos locales y de las regalías como si fuese dinero de bolsillo; quien es el testaferro de alguien inhabilitado, encarcelado o en vías de serlo…  en fin, hay de todo.
Del otro lado de las pantallas, las fotos en las vallas, las tarimas y los micrófonos, estamos los electores. Y entre nosotros también hay de todo: los que cambian el poder de su voto por lo efímero de una teja, una beca o un tamal; quienes lo hacen para disfrutar los descuentos que se obtienen presentando el certificado electoral; quienes sueñan con tener el empleo o los subsidios prometidos; quienes votan por la tradición de batir un trapo, desde la pasión veintejuliera; quienes votan por su amigo o familiar, como un acto de solidaridad personal; quienes votan creyendo ciegamente en el líder de opinión y en las encuestas; quienes ejercen su poder de ciudadanos y confían en ser representados verdaderamente a partir de una propuesta programática. Hay de todo en el espectro de la consciencia.
¿Qué hemos aprendido como electores de las experiencias pasadas? ¿Nos damos el permiso de avanzar hacia otros lugares de poder ciudadano? Hemos elegido anteriormente desde corruptos e ineptos hasta gente proba que muestra con la frente en alto tanto resultados como sus cuentas bancarias. ¿A quiénes vamos a elegir hoy?  ¿A los que ya sabemos que roban y dejan robar? ¿A quienes la gestión de lo público les es absolutamente ajena? ¿A las mafias de siempre, reencauchadas, reaceitadas y nuevamente enmascaradas? Sin duda muchos de ellos celebrarán después de las cuatro de la tarde un nuevo triunfo de la politiquería sobre la política. También serán elegidas algunas personas consagradas al servicio, infortunadamente las menos.
Si reconociésemos nuestro poder de electores, el país podría hoy dar la vuelta, antes de que los de siempre nos sigan dando la vuelta a nosotros. ¿Será posible?