Eduardo Vargas Montenegro, PhD | El Nuevo Siglo
Lunes, 12 de Enero de 2015

ESENCIA

Respiremos

Se  nos olvida respirar; ahí está la clave de las desconexiones que a diario vivimos. Aprendimos a respirar recién nacidos, y con el estreno de los pulmones -que venían cerrados- también aprendimos que en la vida hay dolor. Bastó una sola lección para que respirásemos con toda nuestra capacidad pulmonar, lo cual implicó ensanchar el vientre en cada inhalación, pues los pulmones llegan hasta el abdomen, aunque esa anatomía no la tengamos tan clara en la cotidianidad. En cada inhalación nos conectamos nuevamente con la vida, con nuestro cuerpo, con nuestra historia que se remonta a los ancestros que hicieron posible que hoy estemos aquí. Pero al hacerse el acto de respirar un hecho mecánico nos olvidamos de hacernos cargo de esa conexión vital, lo dejamos al automático y nos volvemos autómatas.

Generalmente respiramos hasta el pecho. Sin embargo, no siempre somos conscientes de que éste se agranda y se contrae y que en ese simple hecho radica la vida. Podemos pasar muchos días sin comer, algunas horas sin beber, pero bastan pocos minutos para que sin aire llegue la muerte. Tan solo unos segundos determinan la muerte cerebral. No obstante la respiración pasa inadvertida, olvidada, como si de ella no dependiese nuestra permanencia en este planeta. Nos conformamos con respirar únicamente con el pecho, como desdeñando la abundancia que nos brinda el universo y que nos invita a llenarnos más, sin temores ni mezquindades, pues para todos hay suficiente. Tan poco valoramos el respirar que seguimos contaminando.

A veces la respiración es aún más corta y solo llega a la garganta. Sentimos que nos asfixiamos, que el aire no es suficiente; no lo bajamos ni siquiera hacia el pecho, como si no fuésemos dignos de ser nutridos, sostenidos, como si tuviésemos miedo a la vida y no alcanzásemos a abrazarla.

Se nos olvida respirar como lo hacen los bebés: a capacidad completa. Ellos están totalmente conectados consigo mismos, con sus necesidades; no tienen reparo en expresarlas, como tampoco en que el aire les llene sin reservas. Lo hacen en forma perfecta, comprometidos integralmente con la maravillosa tarea de ser y de crecer. Basta con observar a un niño pequeño para que recordemos cómo podemos restablecer la conexión extraviada en algún vericueto del camino.

Démonos el permiso de conectarnos, de hacer consciente lo inconsciente. De respirar desde el vientre aunque sea por unos minutos al día, aunque se salga la barriga y los caprichos de la estética nos intenten recortar la totalidad del ser. Respiremos dándonos cuenta de eso que vivimos. En momentos de miedo y duda respiremos. En los de tristeza y alegría respiremos, en consciencia. Dejemos que el aire, al igual que la vida, fluya plenamente.

@edoxvargas