Eduardo Vargas Montenegro, PhD | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Diciembre de 2015

Regalos

EN tiempo de celebraciones acostumbramos hacer regalos y nos tomamos el tiempo necesario para ello, en rituales que son comunes en casi todas las latitudes de la Tierra: escribimos listas, vamos de compras, y asumimos los costos haciendo filas y pagando, envolvemos los regalos y los entregamos con todo nuestro amor… o nuestro compromiso poco amoroso, si el regalo es más por protocolo que por gratitud.  Lo hacemos con personas que nos importan y les honramos dándoles algo de nosotros mismos.  Cuando recibimos regalos, y dependiendo de la cercanía que tengamos con quien nos regala, valoramos más el gesto de entrega o la calidad de los regalos: como en todo, algunos nos gustarán más que otros, algunos los guardaremos sin mucho afecto y nos desharemos de ellos lo más pronto posible. Pero más allá del intercambio de regalos, hay algo que es estructural y nos interpela a todos.

El mandamiento del amor es claro, pero no siempre lo interpretamos como corresponde: ama a los demás como a ti mismo.  El tema es ante todo semántico: si del amor que me tenga a mí mismo depende la calidad del amor que dé a otros, el amor fundamental es el que me doy, en primera persona, aquí y ahora.  Si me amo, puedo amarte; si me amo sanamente, puedo amarte sanamente; si me amo desde la patología, de esta va teñido el amor que te doy.  De aquí se desprende una conclusión apenas obvia, que suele desdeñarse: la persona más importante en mi vida soy yo.  Es mi vida por la que he de responder, la única que puedo transformar, por la que necesito dar cuenta.  Si una madre, por ejemplo, tiene claro que la persona más importante es ella misma, se cuidará integralmente y dará por ende lo mejor a sus hijos, en un acto de amor sano; pero en una cultura en la que el amor implica sacrificio y sufrimiento, se suele poner a los otros primero, y se aplaude.

Amor sano es muy diferente de egoísmo, punto en el que nos solemos perder. Primero yo, segundo el otro, como cuando caen las máscaras de oxígeno de un avión en emergencia. Si me doy lo mejor a mí mismo, me soy fiel, me valoro constantemente, me nutro, me ocupo de ir resolviendo mis emociones, me estoy preparando para dar la mejor versión de mí mismo al otro.  Si soy generoso conmigo mismo, y reconozco plenamente al otro, le daré mi mayor logro: porque me veo y me valoro, te veo y te valoro.  Que en esta época, y siempre, nos regalemos a nosotros mismos la posibilidad de ocupar nuestro lugar, envuelto en amor, para reconocer amorosamente al mundo.

@edoxvargas