EDUARDO VARGAS MONTENEGRO, PhD | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Mayo de 2014

Inversión emocional

 

¿Quién  no se ha equivocado tomando decisiones? Todos los días, a cada instante, necesitamos decidir sobre nuestras vidas, desde qué ropa ponernos hasta qué hacer con la vida. Cuando estamos conformes con aquello que hemos decidido la vida fluye, nos ponemos alegres, y a eso le llamamos felicidad, ese estado transitorio que quisiésemos fuese para siempre, pero que -como todo-  también pasará. Tomamos las decisiones con base en la información que tenemos en un momento dado; pero, como la vida es dinámica y las condiciones cambian, aquello que decidimos anteriormente puede no ser lo que necesitamos aquí y ahora.  Por ello es importante la flexibilidad, para adaptarnos a las situaciones y estar el mayor tiempo posible disfrutando de la armonía a la que estamos invitados.

En ocasiones lo que necesitamos hacer es devolvernos. Pero se pueden atravesar algunos factores que hacen que permanezcamos donde no nos corresponde, que por lo general son ideas rígidas que gobiernan nuestros sentipensamientos: quedo mal si reconozco que me equivoqué; tengo mucha edad para cambiar; prefiero seguir en lo seguro, aunque me asfixie la insatisfacción. Cuando no ocupamos el lugar que nos corresponde entramos en conflicto, que se manifiesta en miedo, culpa, rabia, y en últimas a través de enfermedades físicas. Aunque puede pasar en muchos ámbitos, uno particular es el oficio.

Conozco muchas personas que no se sienten a gusto trabajando donde están.  Cada mañana viven una guerra interior por tener que hacer de nuevo eso que no les satisface plenamente, pues el alma sabe dónde debe estar y dónde no.  Posiblemente no se dan cuenta de que estar allí fue y es su elección, ni de que pueden volver a elegir sobre su proyecto de vida. Si esa fue la escogencia es válido y necesario reconocer que en su momento fue la mejor opción. Solemos juzgar el pasado con las herramientas del presente, lo cual no es sano ni justo, pues ello impide que nos reconciliemos con nosotros mismos y nuestra propia historia. Al darnos cuenta de que estamos en el lugar equivocado tenemos el derecho a cambiar, devolvernos y corregir el rumbo.

¿Cuesta el cambio? ¡Por supuesto! El no estar en disposición de asumir ese costo es lo que nos mantiene en la frustración y la amargura, en vivir días de incongruencia y desazón.  A veces estamos tan desconectados de nuestro interior que no queremos hacer inversiones emocionales de perdón, auto-observación y re-alineamiento, porque preferimos hacer caso a las exigencias del mundo exterior, que en últimas fueron construidas por nosotros mismos. Si fuimos capaces de construir nuestras propias cárceles, también somos capaces de salir de ellas. Para ello se requiere despertar, tener consciencia de nuestro propio poder, ¡y ejercerlo!

@edoxvargas