Eduardo Vargas Montenegro, PhD | El Nuevo Siglo
Lunes, 22 de Diciembre de 2014

ESENCIA

 

¿Felicidad o armonía?

¡AH,  la felicidad! Tan anhelada y buscada, pero ella -tan caprichosa- va y viene como esas aves migratorias que de temporada en temporada regresan a surcar los mismos aires, anidar en los mismos parajes y a beber de las mismas aguas. Pretender que la felicidad fuese permanente sería como encerrar a una de esas aves, cuya naturaleza es fluir libremente: se apagaría lentamente su canto, se atrofiarían poco a poco sus alas. Pero nos venden la felicidad a cada momento como si fuera el objetivo final de la vida, como si no tuviésemos derecho a aprender de otros estados impermanentes como la tristeza, el dolor, la desazón, otras aves que migran de vez en cuando, complementando y nutriendo los paisajes. El marketing de la felicidad abunda, desconociendo los ritmos naturales de la vida, tan únicos como cada ser humano.

Creo que el real objetivo de la existencia es aprender y trascender. Para ello es preciso atravesar diferentes condiciones vitales, que se encuentran en el amplio espectro que va de la felicidad a la tristeza. Son ellas los extremos del péndulo que marca la experiencia de la vida, así que necesariamente la vivimos con el combo de todo incluido; la clave está en vivirla desde la armonía, esa “conveniente proporción y correspondencia de unas cosas con otras”. Y lo que corresponde en la vida es reír y llorar, tomar y soltar, iniciar y terminar, como mejor lo dice el libro del Eclesiastés.  Entonces, ¿por qué nos empecinamos solamente en ser felices? Me parece que porque lo compramos, sucumbimos a los incesantes mensajes que nos presentan la felicidad como el bien mayor. Si solamente fuésemos felices se nos envolataría el aprender y trascender pues en esta vida, como está diseñada, hay de todo como en botica.  La felicidad termina drenando la armonía.

Por buscar la felicidad a toda costa nos atropellamos los unos a los otros. Por intentar hacer permanente lo que tiene naturaleza transitoria se generan malestares y guerras; la ceguera del placer inmediato se convierte en nuestra peor enemiga. Sí, qué rico que siempre fuésemos felices, pero así no funciona este viaje, y entre más rápido lo asumamos en consciencia, mejor. Sí es posible vivir todo lo que nos corresponda desde un lugar de gozo y armonía, reconociendo en cada situación una oportunidad para aprender y trascender. Por ello es tan sano llorar cuando sea necesario. ¿Qué tal una felicidad fingida cuando ha partido un ser querido o cuando hemos tenido un fracaso? Lo que deseo para cada ser humano en estas fechas es armonía, para que desde ella cada quien viva sus alegrías o tristezas, felicidades o lutos, y pueda aprender de ellos. Y trascienda.

@edoxvargas