No solamente las constituciones sino las normas de derecho internacional, reconocen la educación como un Derecho Humano, y, por supuesto, derivan de ese derecho la obligación de garantizarla a toda la población, por parte de los gobiernos. Así mismo, los Estados Miembros de las Naciones Unidas dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se comprometieron para 2030 a garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad, y, por tanto, a promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos.
Las realidades distan mucho de estos propósitos: Además de la desaceleración en el acceso a la educación que se venía registrando en los últimos años, según la Cepal, América Latina y el Caribe fue la región del mundo donde la interrupción de las clases presenciales se vio la más prolongada durante la pandemia de covid-19, lo que tendrá consecuencias importantes en términos de bienestar y oportunidades de aprendizaje en toda una generación, dado que cerca de 165 millones de estudiantes fueron afectados por la pandemia. El informe señala que esta situación, “tendrá un impacto significativo y dejará una cicatriz en la actual generación de estudiantes en el largo plazo, si no se toman medidas relevantes para la recuperación”.
De acuerdo con un informe del Banco Mundial, el aumento de la pobreza de aprendizaje en América Latina y el Caribe sería el más alto del mundo. En la región la proporción de estudiantes con precarios niveles de aprendizaje aumentó del 52% en 2019 al 79% en 2022 como resultado de la pandemia. En otras palabras, cuatro de cada cinco estudiantes de sexto grado no serían capaces de entender e interpretar adecuadamente un texto de longitud moderada. En matemáticas, por ejemplo, tres de cada cuatro alumnos de 15 años (75,3%) no alcanzan los niveles mínimos de competencias, es decir, no pueden representar matemáticamente una situación simple de la vida real.
En materia de desigualdad educativa, a pesar de que la expansión en el acceso a la educación superior pasó del 23% al 52% en las últimas dos décadas, esta ampliación favoreció especialmente a los estratos medios y altos, así como a los territorios urbanos. Lo anterior en detrimento de la población rural, y las familias de más escasos recursos, generando mayores brechas y aumento de la desigualdad.
Según la Cepal, frente a la perspectiva de género, si bien las mujeres son mayoría en los cuerpos académicos de docencia de la educación superior, dedican más tiempo a la enseñanza que a la investigación y tienen menos probabilidades de ocupar cargos de mayor jerarquía o puestos de liderazgo (rectoras y decanas de universidades). Así mismo, si se trata de carreras relacionadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, la representación de las mujeres es porcentualmente baja. En conclusión, no se superan los techos de cristal que sin duda detienen el ascenso piramidal de las mujeres a empleos de los más altos niveles.
En conclusión, pueden ser aceptables las políticas de transferencias a la población pobre para superar las necesidades inmediatas, pero, en definitiva, solo la educación de calidad, puede hacer que la región, y por supuesto Colombia, supere los penosos niveles de desigualdad que deben avergonzarnos a todos. Llega a mi memoria la canción de Silvio Rodríguez:
¨Niño, soy tan preguntero, tan comilón del acervo
Que marchito si le pierdo una contesta a mi pecho
Si saber no es un derecho, seguro será un izquierdo…
Yo vivo de preguntar, saber no puede ser lujo…¨