El campo colombiano merece revertir la tendencia negativa que lleva y posicionarse como un sector de talla mundial, que traiga vida digna para todos nuestros campesinos.
Mientras que el Gobierno nacional pretender mostrarnos el sector agropecuario como el jalonador de la actividad económica, el agro se encuentra rezagado y lejano a la posibilidad de mantener buenas cifras. En 2017, según Fedesarrollo, el crecimiento fue de 4.4%, pero su crecimiento y su significación en el PIB nacional, no son constantes. Los buenos momentos del agro no tienen proyección en el futuro.
El crecimiento del 2017 obedece a circunstancias muy desfavorables de 2016: el fenómeno del Niño y el paro camionero. Crecer, frente a un pésimo año como el anterior es relativamente sencillo.
Mientras Colombia en promedio produce US$28 por kilómetro cuadrado de tierra arable; mientras México y Brasil producen 35 y 33 dólares respectivamente, según el Informe de Competitividad Nacional.
Este rezago en competitividad puede explicarse por la poca disponibilidad y acceso a infraestructura rural. El precario estado de las vías terciarias y la ausencia de bienes públicos como distritos de riego y centros de acopio, afectan. Tampoco tenemos un uso significativo de maquinaria y tecnificación, apenas el 16% de las unidades productivas del país recibe asistencia técnica agropecuaria. A lo cual hay que agregarle la precaria investigación en el sector y la falta de innovación.
Lo peor falla es la falta de políticas públicas constantes que direccionen y mejoren las fallas del mercado. Por ejemplo, el crecimiento en los cultivos de arroz, ñame, maíz trajo un crecimiento que ocasionó la caída de los precios. Así una política que buscaba beneficiar al agro se convirtió en su ruina.
Decir que el agro debe ser un sector de talla mundial significa que el Estado debe canalizar sus esfuerzos para coordinar la academia y el sector privado. Por una parte, hay que llevar la ciencia y la tecnología al campo, involucrando procesos de agricultura de precisión, investigación e innovación para que los ingresos de nuestros campesinos mejoren y sean sostenibles a largo del tiempo.
Tenemos que generar un sistema de información robusto de las prácticas agrícolas, de las condiciones climáticas y de suelos para volver al campo colombiano atractivo para el crédito y diversos instrumentos financieros como los fondos de capital privado y de riesgo. También necesitamos de microseguros que les brinde tranquilidad a los campesinos productores, en cuento a la cosecha y a los riegos profesionales.
Frente al desarrollo de vías terciarias y las necesidades de mejoramiento de vivienda rural, debemos apoyar a las comunidades para que estas sean las realicen las obras, y se genere empleo e ingresos para la región. Hay además nuevos materiales que abaratan costos.
Lo principal es que necesitamos agregarle valor a los productos del campo. Solo así logramos mejorar los ingresos de los campesinos al eliminarles el riesgo de comercializar un commodity, al tiempo que mejoramos el acceso de nuestros productos a mercados internacionales y generamos empleo al ampliar la cadena de valor. Un gobierno del Centro Democrático es el único que tiene el firme este propósito y la capacidad para realizarlo.