En tiempos del emperador César Augusto y del procurador Cirino tuvo lugar un censo de judíos, que tenían que ir a su lugar de origen a empadronarse. José y María, su esposa, como descendientes de David, debieron viajar a Belén, la ciudad de ese rey.
José era un artesano (carpintero) y, por consiguiente, era en su época lo que hoy llamamos “clase media”. María estaba embarazada. Debieron viajar entre Nazaret, donde residían, y Belén, en una caravana, como era usual. Es de suponer que María iría en una mula o un asno y José a pie. No hubiera resistido María el viaje caminando. La distancia entra ambas poblaciones era de unos 115 kilómetros. La caravana debió gastar unos seis días.
Narra el Evangelio de San Lucas que, al llegar a Belén, no encontraron sitio en el albergue y debieron acogerse en el invierno en un establo (probablemente una gruta), donde se le cumplieron a María los días del alumbramiento. El niño nació, María lo envolvió en pañales y lo puso en la canoa donde comían los animales, un pesebre.
Cuentan los Evangelios apócrifos (Pseudo Mateo, 14) que al Señor lo calentaron el aliento de un buey y un asno, cumpliendo la profecía de Isaías (1.3): “Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne” y Habacuc (3.2): “En medio de dos animales te manifestarás; cuando estén próximos los años serás conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás.” Los Evangelios canónicos no hablan de los animales.
En la Navidad de 1223, en Greccio, San Francisco de Asís hizo representar un pesebre viviente donde aparecían el buey y el asno y, dice la leyenda, que, mientras el santo hacía oración, un caballero, probablemente un tal Juan, el dueño del terreno, vio al verdadero Niño Jesús sobre el heno que había en el pesebre. Pero no fue Francisco el primero que habló del buey y el asno. Antes lo habían hecho San Justino, en el siglo II y Orígenes en el siglo III y también la tradición de la Iglesia. Es lógico pensar que en un establo hubiera un buey. El asno sería el que transportó a la Virgen.
Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) comenta en su libro sobre La Infancia de Jesús que “el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para ‘el buey y el asno’, para la humanidad compuesta de judíos y gentiles … aparecen los dos animales como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento.”
José y María debieron permanecer algún tiempo en el establo (aunque el Pseudo Mateo dice que fueron solamente tres días) porque tuvieron que ir a presentar al Niño en el templo y volver después a la purificación de su Madre. Y allá los visitaron los pastorcitos y los Magos de Oriente.
Además de sus padres, fueron dos animales los que vieron primero al Niño Dios.
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Coda: La fiesta de las velitas se celebra la víspera de la de la Inmaculada Concepción y en homenaje a ella. El haber pedido los secuaces de Petro que se hiciera con ellas una P, es una falta de respeto con los católicos.
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Por vacaciones de su autor, esta columna reaparecerá, Deo volente, el 4 de enero de 2022. Feliz Navidad a todos y muchas bendiciones el año que viene.